Involucrarse en talleres de corte y confección, baile o pintura y educación, no solo constituye una forma de pasar el tiempo, sino una opción de vida a la que muchas internas del centro carcelario de El Inca acceden animadas por sus compañeras o por iniciativa propia.

Durante el día las reclusas tienen un habitual ritmo.
Mientras unas cocinan en quioscos ubicados en dos de los patios de la cárcel y otras toman el sol, se escucha música que no logra distinguirse por la cantidad de grabadoras que suenan a la vez.

En los patios, la ropa lavada empieza a secarse, y en algunos talleres han concluido las tareas. En la sala de corte y confección permanecen 3 de las 22 mujeres que asisten al curso. Allí se confecciona ropa para toda edad, que luego se vende, explica la instructora, quien es interna y prefiere no identificarse.

Publicidad

En otras salas confeccionan artesanías, tarjetas para regalo, relojes de plástico y sobres protectores para tarjetas de débito. Por cada trabajo reciben un dólar y medio, lo cual las motiva a trabajar, explica la auxiliar de tareas, Edith.

En el taller de tarjetas participan 15 internas, la mayoría extranjeras, y está dirigido por misioneras estadounidenses, quienes aportan con capacitación y materiales.

A pocos pasos de estas salas, y cuando es mediodía, otro grupo se alista para asistir al curso de baile. La instructora es Auda Moráis, nacida en Sao Paulo (Brasil), hace 25 años y recluida hace dos. “Me gusta enseñar y mi meta es perfeccionarme en danza y coreografía, que son mi pasión”, dice.

Publicidad

Además de estos talleres, hay cursos de pintura, belleza y modelado de ropa; todos organizados por las internas.

La capacitación educativa también tiene su espacio. Existen dos instituciones regentadas por el Ministerio de Educación: el colegio popular Manuela Cañizares, recientemente reinaugurado y la escuela Hermano Miguel, a la que acuden aproximadamente 60 internas. Los resultados son visibles: durante el reciente año lectivo que concluyó en julio pasado, doce internas terminaron la instrucción primaria.
 
INTERNAS

FE Y ESPERANZA

Otro refugio para las internas es la fe. Edith y Auda revelan que al igual que sus compañeras, el creer en un ser superior les brinda esperanzas y les da energías para seguir en ese centro carcelario.

SITIO DE ORACIÓN

Una pequeña capilla acoge estas y otras aspiraciones. Los domingos, el espacio para 30 personas se vuelve insuficiente.

POCA CAPACIDAD
450 mujeres se encuentran recluidas en el centro de rehabilitación, pero este solo tiene capacidad para 200. Las celdas están distribuidas en diez pabellones, ubicados en tres edificios.

AUTOGESTIÓN

Las internas están clasificadas por la reincidencia en detenciones y delitos. Los talleres no tienen un presupuesto fijo, se financian con la autogestión. Las reclusas piden apoyo a empresas para involucrarse en trabajos de imprenta, confección de ropa y elaboración de artesanías.