Sin embargo, no hay cómo engañarse: el conflicto con los pescadores de pepinos reaparecerá tarde o temprano. El interés económico que se mueve detrás de su captura emplea señuelos muy poderosos y sabe cómo agitar a un sector social que necesita de medios para sobrevivir. Algunos dirigentes políticos se prestan además para agravar el clima de agitación, a cambio de alguna paga que desconocemos, pero que fácilmente la podemos imaginar.

El sector oficial debería aprovechar este tiempo para poner en marcha ciertas estrategias que permitan evitar la pesca ilegal disuadiendo a los propios pescadores. Se ha sugerido que se los podría involucrar en otras actividades como el turismo. ¿Quién mejor que pobladores de las islas para mostrarles y explicarles a los turistas nacionales y extranjeros sus bondades naturales?

En cualquier caso, no esperemos a que el Archipiélago de Galápagos se convierta en el escenario de nuevos enfrentamientos violentos para recién entonces buscar soluciones al problema.