Manchados por sospechas de consumo de drogas, los juegos de Atenas podrían ser una de las últimas Olimpíadas antes de que el deporte alcance un nuevo hito de triste gloria: el realce genético.
 
Técnicas de desarrollo reciente tal vez permitan en poco tiempo estimular genéticamente el crecimiento de los músculos de atletas que quieran marcas otrora impensables en sus saltos, lanzamientos o golpes. Tal vez sea posible incrementar la absorción de oxígeno, el ritmo cardíaco y la eficiencia metabólica.
 
Experimentos con terapia genética han producido ratones y ratas con músculos hasta un 50 por ciento más grandes que lo normal y proporcionalmente más fuertes.
 
Los investigadores creen que se podrían alcanzar resultados similares en seres humanos y esperan poner a prueba la tecnología en los próximos años, en pacientes de distrofia muscular. La etapa siguiente consistiría en ensayar la terapia con ancianos debilitados por el desgaste muscular.
 
Hay razones para creer que esto sucederá, dijo el fisiólogo H. Lee Sweeney, de la facultad de medicina de la Universidad de Pensilvania.
 
Para los atletas cuyas carreras dependen de unos gramos de fuerza más o unas centésimas de segundo menos, las historias de superratones pueden parece sumamente tentadoras. Tanto que funcionarios de la Agencia Mundial Antidopaje, encargada de analizar a los atletas y prevenir el uso de drogas que mejoran el rendimiento, ya ha sumado el realce genético a su lista de métodos prohibidos para mejorar el rendimiento.
 
La agencia nada puede hacer para detener el llamado   dopaje genético. Como la tecnología misma, las pruebas de modificación genética están en pañales... y podría ser difícil de detectar.
 
La mayoría de los bioéticos aceptarían la idea de usar la terapia genética para que un octogenario pueda subir una escalera.  Pero qué sucede con el deporte?
 
Sería aceptable que un vigoroso hombre maduro se someta a terapia genética para seguir alzando pesas o saltando como antes en un partido básquet?  Lo sería para que un atleta profesional prolongue su carrera?
 
Los precursores de la terapia genética la concibieron para tratar enfermedades graves como la fibrosis quística y la hemofilia, que pueden resultar de un error en una sola de las más de 3.000 millones de letras del código genético. La idea es atacar las enfermedades de raíz, corregir o compensar los errores del ADN antes que tratarlas atacando los síntomas por medio de drogas. Utilizando un gen extraño al organismo como receta, éste se convertiría en su propio laboratorio farmacéutico, creando y proporcionando la terapia para toda la vida.
 
Pero la terapia genética, con todas sus posibilidades, ha provocado decepciones monstruosas. Médicos horrorizados han visto morir a sus pacientes cuando sus sistemas inmunitarios se han trabado en lucha mortal con los productos de sus nuevos genes o los vehículos que los transmiten.