Las creaciones literarias surgen en el silencio y nos muestran algo hasta ese entonces inexistente, por eso las llamamos creaciones; detrás de ellas está la mente de alguien dotado de inspiración y capaz de unir recuerdos, intenciones, experiencias o conocimientos sobre un determinado tema que luego lo presenta en su creación de variado estilo, contenido y modalidad. Así surgen la poesía, el cuento, la novela, el ensayo; así nace la mejor de las prosas y allí se componen los versos más exquisitos que mañana serán deleite de damas sedientas del bien decir y del mejor sentir; de caballeros inquietos también por entretenerse con palabras y frases que invitan a la reflexión y al disfrute estético.

Como un ejemplo de lo dicho, que ciertamente lleva moralejas sutiles implícitas, transcribo casi literalmente, con modificaciones insignificantes, la creación inspirada en un texto de José Luis Martín, que tiene como título Deseo de un niño:

“Señor, esta noche te pido un deseo: conviérteme en televisor; quisiera ocupar su lugar para poder vivir lo que vive el televisor de mi casa. ¿Qué es lo que vive el televisor? Como él, quiero tener un cuarto especial para mí. Congregar a todos los miembros de mi familia a mi alrededor. Ser el centro de atención al que todos quieren escuchar, sin ser interrumpido ni cuestionado. Que me tomen en serio cuando hablo. Necesito sentir el cuidado especial e inmediato que recibe la televisión cuando algo no le funciona.

“Tener la compañía de mi papá cuando llega a casa, aunque venga cansado del trabajo. Que mi mamá me busque cuando esté sola o aburrida, en lugar de ignorarme. Que mis hermanos se peleen por estar conmigo. Divertirlos a todos, aunque a veces no haga nada. Vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar unos momentos a mi lado. Señor, no te pido mucho. Todo esto lo vive cualquier televisor. Por favor, Señor, conviérteme en televisor”.

Me gustaría terminar aquí este artículo porque las palabras del niño celoso del puesto de honor del que disfruta su televisor son tan elocuentes que no requieren de comentario alguno; la moraleja está implícita en cada frase que ciertamente golpea nuestra sensibilidad y nos obliga a enjuiciar comportamientos hogareños; sin embargo, permítanme una reflexión que ojalá merezca un comentario de su parte:

Los matrimonios jóvenes se desviven por la vida que engendraron y su primer vástago tiene un amor inmenso en intensidad y durabilidad; es el recién llegado; el esperado y soñado; es la concreción de un amor de pareja que con esta aparición se intensifica; esta niña o este niño llegan a ser el juguete de la familia, el centro de atención, la niña de los ojos; la fragilidad de los infantes se ve segura frente a la inseguridad del mundo.

Luego, los niños crecen, se hacen jóvenes, vienen otros hijos y lentamente conforme crecen los hijos estos empiezan a sentirse solos, como que los padres ya no se percatan de su presencia; la rutina del día a día puede terminar agostando el amor.

Amigas y amigos: cuando escribo estas líneas no pontifico; reflexiono para mí y para ustedes; anhelo construir.