En lo político, una de las constantes de los últimos 25 años de democracia ha sido la consolidación de un neopopulismo que confirma la crisis del sistema de partidos, demostrada en las dificultades de relevos generacionales, en la concentración de poder y en que cada uno de ellos ha tenido intereses distintos, sin un propósito común, de país.

Eso, según analistas políticos, ha hecho que los partidos no representen las demandas sociales y la prueba de ello fue lo que ocurrió en el 2002, cuando se votó por el coronel Lucio Gutiérrez, alguien que estaba fuera del sistema de partidos y que fue interpretado como un voto de desconfianza a los partidos tradicionales.

Desde 1979 hasta la actualidad, esa concentración de poder dentro de los partidos, según el analista Luis Eladio Proaño, ha provocado la desaparición de partidos tradicionales como el Conservador, Liberal, y que hoy estén en agonía otros como el CFP y el Socialista, así como que hayan nacido otros que desaparecieron “sin pena ni gloria, y que vuelvan a nacer otros”.

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Junto a la crisis del sistema de partidos, otra constante ha sido la falta de confianza en las instituciones del Estado y el enfrentamiento entre ellas: Ejecutivo, Congreso, organismo de control, cortes de Justicia, etc. El problema, dice el analista Simón Pachano, es que no hemos sabido manejar la democracia y de ahí la presencia de intereses directos, “cada quien quiere tener las instituciones a su favor y no con las reglas del juego adecuadas”.

El irrespeto a ley, coinciden Proaño y Pachano, ha caracterizado también este periodo. Irrespeto que incluso se evidenció en los “golpes de Estado a Abdalá Bucram (1997) y Jamil Mahuad (2000), porque no se respetó la Constitución”, dice Proaño.

Hay una constante más. El analista Eduardo Castillo anota que en estos 25 años no hemos vivido propiamente una democracia, sino su antagónica vivencia, que es la demagogia, y de ahí el desecanto y desorientación del pueblo.