El primer ministro iraquí, Iyad Alawi, viajó ayer a la ciudad santa chiita de Nayaf, escenario de violentos combates desde el jueves, donde reclamó a milicianos radicales que se desarmen, mientras en Bagdad su gobierno anunció que restableció la pena de muerte.

Nayaf ya fue escenario de violentos combates en abril y mayo, cuando el ejército de EE.UU. intentó expulsar a la milicia del clérigo rebelde Moqtada Al Sadr,  acusado del asesinato de un dignatario chiita moderado.

Alawi afirmó que no negociará con los milicianos, que ayer continuaban atrincherados en la ciudad, abandonada por sus habitantes. Al Sadr desafió la autoridad del primer ministro y dijo que su Ejército del Mehdi no depondrá las armas.

Publicidad

Para contrarrestar la violencia, el gobierno restableció la pena de muerte, abolida tras la caída del régimen de Saddam Hussein, para aplicar a los asesinos y a quienes sean una amenaza para la  seguridad del país.

El anuncio se suma a una amnistía que el gobierno ofreció el sábado a quienes hayan cometido delitos menores desde la caída de Hussein el año pasado. Ambas medidas son parte de un programa de castigo y recompensa para poner fin a la insurgencia pero no quedó claro cómo afectará a Saddam Hussein, que está acusado de crímenes de guerra.

Autoridades judiciales iraquíes emitieron órdenes de arresto contra varios políticos que eran opositores de Saddam Hussein y hasta hace poco gozaban del entusiasta apoyo del gobierno de Washington.

Publicidad

Entre ellos están Ahmad Chalabi, ex miembro del consejo de gobierno interino y su hermano, Salem Chalabi, director del tribunal especial iraquí designado para juzgar a Hussein.