La que debe ser una de las curiosidades históricas más relevantes, acaba de ser profundizada hace pocos días por el Discovery Channel, el cual en un trabajo de investigación respecto del origen de Cristóbal Colón, determina que lo más probable es que el descubridor de América no haya nacido en Génova, como tradicionalmente se lo ha indicado, sino que muy probablemente su origen sea catalán, secreto que Colón trató de llevarlo a su tumba, por razones que ahora se empiezan a revelar.

Y es que de acuerdo a la nueva versión histórica, Colón provendría de la familia Colom de Cataluña, la cual participó activamente en la guerra que sostenía esa región con el padre de quien sería luego el rey Fernando, benefactor principal de Colón conjuntamente con su esposa, la reina Isabel. Colón tenía entonces sobrados motivos para ocultar su verdadero origen, pues con toda seguridad sus mecenas hubiesen negado cualquier apoyo, si hubieran conocido con certeza la procedencia de Colón y el hecho de que haya formado parte activa en la insurrección de Cataluña contra el padre del rey Fernando. De ser cierto lo afirmado por Discovery Channel, no solo se aclararía la siempre discutible procedencia de Colón, sino que también revelaría el grado de ambición e intriga al que llegó Colón en su afán de descubrir nuevos mundos.

Lo que puede pasar como simple curiosidad de carácter histórico ilustra de manera clara la forma como los nuevos procesos de investigación en esa materia ayudan a aclarar –por supuesto siempre quedarán las dudas– hechos y personajes que habían sido acogidos por los textos de la historia como claros e indiscutibles, tal como ocurría hace algún tiempo respecto de la fundación de Santiago de Guayaquil, cuyo mérito principal era atribuido a Francisco de Orellana, desconociendo circunstancias y factores que han contribuido a comprender los alcances verdaderos de un proceso de fundación y reasentamientos, que han cambiado dramáticamente las enseñanzas de nuestros distantes días de primaria.

Otro evento que amerita igual discusión histórica es el del 10 de Agosto de 1809, cuyo aniversario recordamos en los próximos días; señalado orgullosamente como el Primer Grito de Independencia Americana, lo que a su vez originó el calificativo de Quito, Luz de América, es ahora también objeto de procesos de revisión, como el que argumenta Efrén Avilés en su obra Historia del Ecuador, cuando señala que “el de Quito no fue, en definitiva, un movimiento independentista; simplemente se trató de una asonada que tenía como único objetivo cambiar a las autoridades españolas que en ese momento gobernaban la Audiencia”. Naturalmente tal criterio puede ser discutido, pero es también importante señalar que antes del 10 de Agosto ya se habían dado movimientos en otras partes de América que evidenciaban propuestas independentistas anteriores y con carácter más definido.

Lo cual no quita mérito a esa recordación nacional, pero nos obliga a admitir lo importante que es, no solo conocer la historia, sino también revisarla. Por esa vía quizás, algún día, lleguemos a entender por qué nuestro país es como es.