Enormes diferencias humillan a los jubilados y hasta algunos se murieron hace poco al compás de sus protestas.

Antes, las pensiones de dos venerables grupos,  los jubilados y los retirados, eran determinadas por el tiempo y la categoría de sus aportes, hasta que cierto almirante  logró que la seguridad militar saliera del IESS, dejando a cargo de afiliados y jubilados civiles  el total baldón de la deuda estatal que asfixia sus pensiones, pero eleva a calidad de honrosos retiros.

Veámoslo: una aportación de 38 años y de nivel gerencial fijó una pensión de $ 250 a un jubilado civil; al mismo nivel ejecutivo los coroneles retirados logran del Issfa (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas) pensiones de $ 1.300, y con solo 25 años de aportes. Es decir, ¡el retiro quintuplica las pensiones!

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Y eso  sin contar las demás prerrogativas que a militares brinda su “servicio social” tan eficiente. Pero el ingeniero coronel, que de todo este bagaje disfruta, además de un sueldo de $ 8.000 y de honroso retiro, parece no ver que tres de las cinco cuotas que conllevan las pensiones de 45.000 “retirados”  serían en buena parte la solución al reclamo jubilar y una justa compensación a la carga de la deuda estatal, que el Issfa militar llegó completa al IESS civil. ¿Mencionará, el coronel, este privilegio militar? No hacerlo reiteraría que su anticorrupción es tan solo un aturdidor golpe de tambor castrense.  

Cap. Héctor Paz y Miño
Quito

La amenaza en que se ha convertido el actual Gobierno es alarmante, no solo para aquellos que tuvieron la valentía de salir a las calles y luchar hasta la muerte, sino también para todos los que han estado sentados en casa, leyendo el diario en función de catarsis.

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La existencia de una amenaza política permanente produce una respuesta de miedo crónico; este se transforma en un estado permanente en la vida cotidiana, no solo de los afectados directamente por la represión sino de cualquiera que pueda percibirse amenazado.

La amenaza política genera un tipo de violencia invisible difícil de eludir, ya que son las propias estructuras psíquicas de los sujetos las que los hacen vulnerables. Así llegamos a esta situación, donde hemos visto noticias de jubilados que perdimos en una reciente batalla.

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¿Qué sucedió con el país del que me hablaban cuando era un niño? Quizá se nos perdió junto al sucre que guardábamos en el cajón de las guayaberas del abuelo.

Esta amenaza política y este miedo crónico de los ecuatorianos se está convirtiendo en un suicidio colectivo, al cual todos estamos entrando lentamente, ya que todos seremos jubilados algún día y tendremos que ver desmoronarse todo lo que hemos construido con nuestro sudor a lo largo de nuestras vidas; solo por el hecho de no poder pagar los gastos fijos que siempre llegan y nunca bajan.

Podríamos decir que el sueño ecuatoriano se ha convertido en la simple idea de sobrevivir al gobierno de paso y tener el honor de morir en una cama, mas no en una calle junto a 16 jubilados del IESS.

Juan Carlos Larrea del Pino
Guayaquil

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