Hace casi 90 años, el presidente Baquerizo Moreno, buen político y literato como era, al inaugurar el puente de Rumichaca –nexo vial y símbolo de unión entre Ecuador y Colombia–, dijo una frase que suena paradigmática: “Un puente más es un abismo menos”. Sin embargo, no siempre ha sido así, a lo menos en nuestra experiencia relativa a la génesis de los puentes entre Guayaquil y Durán, destinados a salvar el abismo fluvial que separa ambas orillas y a ser eslabón vial imprescindible y símbolo de unión entre la ciudad-puerto más importante del país y los demás ámbitos y regiones del mismo.

Una comunicación vial cada vez más fluida y expedita coadyuvaría, sin duda, a una integración y un desarrollo nacional más profundo e intenso. Con la Sierra, por ejemplo, en el centro-norte de la cual está enclavada nuestra capital, Quito, con la que algún día –ojalá no muy lejano– tendrá que unirnos una moderna autopista, impensable sin los puentes entre Guayaquil y Durán. Pero un cúmulo de intereses y contrapuntos, económicos y políticos, aldeanos y regionalistas, han venido dificultando la construcción de esos puentes.

Quienes por su juventud no lo recuerdan, pueden revisar en los periódicos de hace medio siglo los abismos de incomprensión que se abrieron e impidieron la construcción inmediata del primer puente, que en ese entonces se concibió como de la Unidad Nacional. Solo décadas después, bajo la misma concepción geopolítica, económica y social, pudieron construirse, financiados con un pontazgo que rindió más de lo previsto, los actuales puentes sobre los ríos Daule y Babahoyo, que integran el denominado puente Mendoza Avilés. Sin embargo este, desde hace años fue copado por el creciente tránsito vehicular.

Los nuevos puentes que se requieren de presente y de futuro, son y serán, entre otros, el Pérez Perasso, paralelo al Mendoza Avilés –cuyo primer tramo sobre el río Daule comenzó a construirse hace poco–, y el planificado al sur de la ciudad, sobre el río Guayas, con los que se completaría el llamado anillo vial Guayaquil-Durán, del que tiene un interesante estudio técnico y económico la Politécnica del Litoral.

Pero el primer tramo del puente Pérez Perasso, cuya construcción es un compromiso asumido por el Gobierno Nacional, está retrasada, semiparalizada y a punto de paralizarse del todo, por problemas especialmente jurídicos y económicos, relativos al financiamiento y al pontazgo. ¿Qué hacer? Esos problemas tendrán que ser superados cuanto antes, con visión nacional, liderazgo político y pragmatismo económico-social. Quizás haya que refinanciar todo, con nuevos créditos y planteamientos distintos. Quizá las cosas puedan verse mejor después de las elecciones seccionales de octubre. Quizá un trato directo al respecto entre el Presidente de la República y el Alcalde de Guayaquil sea lo más práctico.