Con gran pena en las recientes fiestas julianas, se escuchó en algunos canales de televisión como música de fondo, el tema “Guayaquil de mis amores”, pero en versiones lánguidas y frías, que nada tienen que ver con nuestro gran pasillo en su ritmo original.

Se llenan la boca al hablar siempre de El ruiseñor de América, Julio Jaramillo, pero nunca se escucha una canción de él que inmortalizó este tema. Creo que en las musicotecas de canales de televisión no tienen esa canción, o más bien que algún sonidista que no sabe de la grandeza de la canción criolla y está tras los controles, y pone esas “cortinas musicales” que dañan nuestros oídos, antes que alegrarnos el alma.

Deben hacer “sonar” nuestra música en las fiestas de Guayaquil, y si no les gusta la versión de Jaramillo, hay también de los tríos Los Brillantes, Los Reales, el dúo de Los Hnos. Miño Naranjo y muchos artistas nacionales más.

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Hernando Hidrovo
Guayaquil

“...qué pena tan grande, negaría el Santo Sacramento, en el mismo momento que ella me lo mande...” (19 días y 500 noches, de J. Sabina), disco editado en 1999, y reeditado en Argentina por causar controversia en el verso y daños morales religiosos.

¿Qué música nos están imponiendo? ¿Quién rige los auditivos conceptos que llegan e intentan convencer mentes? ¿A quién le corresponde velar por esto, a gobernantes, educadores, padres...?

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Nos estamos llenando de malos valores, en algunos casos. Como humanos tenemos el don de discernir y elegir lo que queramos; no solo la música, sino también la prensa escrita, televisiva, radial (algunos medios conservan sus valores morales); estos, que son los más importantes medios de difusión, deberían entregarnos información que nos llenen de educación, cultura, moral, valores, y no solo esos programas copias de otros países; o música, shows pregrabados, que ¿qué nos están enseñando? Tenemos que abrir bien los ojos y oídos y elegir con sabiduría

Carlos Iván Martínez M.
Guayaquil