‘Ecuador: es hora de abrir los ojos al mundo’ es el titular de una publicación oficial a todo color que ha circulado profusamente en todo el país, financiada por el Gobierno Nacional, el Ministerio de Comercio Exterior, Industrialización, Pesca y Competitividad y el Tratado de Libre Comercio Andino-Estados Unidos.

Que el proceso de negociación sea transparente y participativo es una buena noticia, como anuncia el documento. Esto quiere decir que el secretismo será superado por una información que aporte “al conocimiento del tema por el conjunto social del país”.

Los objetivos del acuerdo, en relación con las reglas  para el libre intercambio de productos, servicios e inversiones, de cara a la ampliación del comercio internacional y la integración económica de los pueblos, están predefinidos. Básicamente tienen relación con beneficios reales que, supuestamente, “permitirán crear plazas de trabajo, combatir la pobreza y evitar la emigración; mejorarán el comercio internacional ecuatoriano; garantizarán el acceso de productos ecuatorianos al mercado de los Estados Unidos; captarán capitales externos para los sectores productivos; promoverán la transferencia tecnológica; y mejorarán la calidad de los productos de exportación, aprovechando las ventajas competitivas”.

Pero la pobreza generalizada contrasta ciertamente con las declaraciones oficiales. ¿Cómo ser competitivos en una sociedad en la que predominan los monopolios? ¿Hay realmente libre competencia en el Ecuador? ¿Dónde se preparan los recursos humanos para la competitividad?

El Ecuador, según el último informe del Foro Económico Mundial, se ubicó en el puesto 86 entre 102 países. Enrique Iglesias, presidente del BID, dijo que “el Ecuador se sitúa en los últimos lugares de competitividad, no solo en los índices que miden el ambiente para los negocios, sino también en los de gestión y productividad de las empresas”. Lo cual revela que la competitividad está relacionada con la productividad, y esta con la preparación y la capacidad de gestión de los recursos humanos, materiales, financieros y tecnológicos.

Los informes del Banco Mundial concluyen, asimismo, que el escaso o nulo incremento de la productividad en las industrias y en el campo contribuyen al crecimiento de la pobreza. “El país carece de una base amplia de trabajadores con educación secundaria”, dice el estudio.

Si la pobreza es básicamente mental, en ninguno de los párrafos del documento mencionado al principio se establece la estrategia central para enfrentar semejante desafío: la mejora de la calidad educativa, especialmente pública, que prepare a los ciudadanos para “producir más cantidad y calidad”.

El Ecuador no puede descuidar el talento humano, como agente directo del desarrollo. Los consensos que anuncia el Gobierno están bien, pero  sin educación de calidad no habrá Tratado de Libre Comercio posible.

El 40% de los empresarios consultados subraya que busca personal capacitado, pero no lo encuentra. Para bajar los índices de pobreza, se deben  abrir más plazas de empleo; sin embargo, para conseguir empresas productivas es necesario mejorar la educación, según el BM. El informe establece que con la incorporación del 10% de trabajadores educados se puede aumentar el 5% de la productividad general.

¿Qué espera el Ecuador? ¿Cuándo tendrá el país una agenda donde la educación sea la prioridad nacional?