Se ha mencionado que entre las exigencias de los Estados Unidos, dentro del Tratado de Libre Comercio (TLC), está la extensión del periodo de las patentes por otros cinco años, más la concesión de la doble o triple patente para un mismo producto.

La gran industria farmacéutica de los Estados Unidos acostumbra a calcular el precio de comercialización de sus productos sobre la base de todos los costos y las utilidades durante el periodo de vigencia de las patentes. Extender estas por cinco años más es someter a los países pobres a la condena de que solo los que tienen suficientes recursos económicos pueden salvar la vida, en caso de enfermedades graves o crónicas, gracias a medicamentos caros e inaccesibles a más del 60% de la población general. Pero, sin ir a casos extremos, esa situación se observa también en enfermedades comunes. Un ejemplo, el primer antihistamínico para tratar sintomáticamente las afecciones alérgicas y que no producía sueño ni depresión psíquica fue comercializado hace algunos años con el nombre de marca Clarityne, a un costo superior a un dólar por tableta de 10 miligramos. Es un medicamento que debe administrarse por varios días y semanas. Cuando la patente llegó a su fin, más de diez laboratorios extranjeros y nacionales pudieron elaborar, unos, el medicamento genérico, larotidina; y otros, con nombre de marca, pero el precio bajó a veinte o veinticinco centavos por tableta.

En el Ecuador existe una Ley de Medicamentos Genéricos elaborada con buenos deseos, pero tan inconsulta e inaplicable que no ha servido para nada. La extensión de la patente no solo que perjudicaría la preparación del medicamento genérico sino también de especialidades que compiten en precio.

La doble o triple patente es otro intento para perpetuar una especialidad cara por incontables años. La seudojustificación es que la patente original protege al producto con una indicación terapéutica y que, si en el decurso de años, el laboratorio farmacéutico descubre que tal producto puede tener también otra indicación terapéutica, debería ser protegido por una nueva patente.

Tomaré un ejemplo de fácil comprensión. Hace más de cien años los científicos alemanes del laboratorio Bayer descubrieron que el ácido acetilsalisílico era un potente analgésico. Bayer lo ha comercializado con el nombre de Aspirina. En la actualidad hay decenas de productos que contienen aspirina y el respectivo genérico a bajo precio.

Hace unos años se descubrió que la aspirina tiene también un efecto anticoagulante que en pequeñas dosis protege a los pacientes cardiovasculares y diabéticos contra posibles infartos. Ahora expende tabletas con estas indicaciones.

Este no es el único caso, hay muchos otros, pero una disposición en un tratado internacional abre las puertas al abuso. Supongamos que un nuevo antihistamínico se lo patenta como agente de tratamiento sintomático de la rinitis alérgica. Pero de antemano se sabe que también es útil en las afecciones alérgicas de la piel. El laboratorio tendría la oportunidad, después de los años que le convenga, de obtener una nueva patente para el mismo producto y después otras, para otras indicaciones terapéuticas.

El resultado final será que seguiremos siendo cada día más dependientes, más subdesarrollados y más pobres.