A pesar de que va por el número 8, esta revista capitalina todavía suena a nuevo. Es que a un órgano cultural le toma mucho tiempo y esfuerzo crearse, fortalecerse y mantenerse.

La historia de las revistas en nuestro país está tapizada de proyectos abortados, de excelentes intenciones que se quedaron en el camino. Una cantidad de dificultades conspira, tradicionalmente, sobre ese tipo de expresión periodística. Sin embargo, la fe indeclinable en el valor de esas publicaciones y de su papel en el reducido conglomerado de lectores, dispara siempre alguna nueva iniciativa.

Es Omar Ospina, ese colombiano tan del Ecuador como cualquiera de nosotros, quien capitanea, con una tenacidad de picapedrero –como diría su coterráneo García Márquez–, la tarea de plasmar pensamiento inteligente, estilos diversos y deslumbradora actualidad cultural en un formato de elegante y llamativa originalidad, una “revista para lectores”. ¿Tautología acaso este enunciado en que se apoya el nombre del ave de Plutón? No, simplemente juego de palabras que apunta a un verdadero lector. No al que hojea de paso una revista en el consultorio del odontólogo, sino uno que absorba hasta la médula del valioso material que trae cada número.

Este, que he saboreado con fruición y en varios momentos, pone sobre el tapete algunos de los recientes temas de nuestra –¡por fin!– intensa vida cultural. El bicentenario de Dalí le da el marco más relevante a sus variados artículos, pero un aniversario menos advertido se gana la palma de tratamiento novedoso: si nos hemos acordado menos del maestro del cuento, Antón Chéjov, El búho remedia el vacío con una defensa de ese género literario, el menos atendido por las editoriales, y con la selección de dos exquisitas piezas del autor ruso. El trabajo crítico se cumple sin contemplaciones en varios campos: la Bienal de Cuenca es revisada con severidad; la fallida traducción de la obra poética de Jorge Carrera Andrade merecía un balance completo y si no lo está –declara el editor– es porque el supervisor del trabajo no respondió a los llamados de la revista. De cine se habla con agudeza respecto del creciente interés por el documental y sus recientes exhibiciones en nuestro medio.

Resulta imposible referirse a todo su contenido. Pero da gusto encontrar opiniones e información de tan alto nivel, por muy diferentes que pudieran ser los puntos de vista del lector. Y como en sus páginas “tienen espacio todos los hechos y protagonistas culturales de la nación”, son visibles las decisiones de representar también a Guayaquil y Cuenca, por ahora.

Un artículo concentra mi atención por encima de todo cuanto celebro de este número ocho y es el fulgurante análisis de la situación de la prensa escrita en nuestros días por acercarse demasiado a los malos ejemplos de la televisión.
Prevenir sobre los riesgos de esa tendencia competitiva lleva al Director de la revista El malpensante, de Colombia, a ver un peligroso paso “de la mediocridad al suicidio”.

Me quedo corta en este comentario. Tómenlo, nada más, como una incitación a escucharle el grito a este búho, cada dos meses.