Las brasileñas se encargarán de intentar en Atenas inscribir al fútbol de su país en los Juegos Olímpicos, luego de que sus compatriotas hombres, cinco veces campeones mundiales, fracasaron en clasificar para buscar su primer oro olímpico.

Con el pentacampeonato Mundial ganado en Corea del Sur y Japón 2002 aún entibiando el corazón de los brasileños, el elenco masculino de fútbol quedó por el camino en el Preolímpico de Chile, en enero. El verdugo fue Paraguay con un 1-0.

El “país del fútbol” había llegado a Chile con el antecedente de haber ganado siete de las doce ediciones del Preolímpico, pero por ahora tendrá que seguir conformándose con sus dos medallas de plata, una en Los Ángeles 1984 y otra en Seúl 1988, y una de bronce en Atlanta 1996.

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Y la añoranza de una medalla de oro olímpica es mayor, ya que además de los cinco títulos mundiales obtenidos por su selección mayor, Brasil domina actualmente las categorías Sub 17 y  20.

El consuelo, mezquino, puede ser que su tradicional rival sudamericano, Argentina, tampoco ganó medallas de oro en esa competencia.

En cambio su pequeño vecino Uruguay,  que le arrebató la final del Mundial de 1950 en el Maracaná, conquistó dos, pero en las ya demasiado lejanas olimpiadas de 1924 y 1928.

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En contraste con sus compatriotas varones, las futbolistas brasileñas tienen un historial breve en ese deporte en los ámbitos mundial y olímpico.

El conjunto femenino brasileño participó en Atlanta 1996, cuando la categoría ingresó a las olimpiadas, y en Sydney, cuatro años más tarde, quedó en cuarto lugar en ambas oportunidades.

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Además, las brasileñas son las  campeonas panamericanas y tetracampeonas sudamericanas. En el Mundial de Estados Unidos 2004 llegaron a  cuartos de final.

Los antecedentes son pobres en comparación con el fútbol masculino brasileño. Pero hubiera sido diferente si en esta modalidad se habría dado el apoyo económico necesario para el desarrollo de su infraestructura.