Este espacio recuperado albergará entre el 31 de julio y el 28 de octubre próximos la exposición de la tumba milenaria del Perú, ‘El Señor de Sipán’.

Fue un desguazadero de vehículos, un basural, un depósito de escombros, hostal de perros vagabundos, refugio de malhechores. Dos ligas barriales construyeron canchas en su interior, algún gobierno regaló generosamente terrenos para un colegio, una escuela, un jardín  de infantes, un pedazo le pertenece al Banco Central no se sabe por qué y hasta fue escenario de una invasión hoy reubicada. En la vieja casona de hacienda funcionó el primer canal de televisión de Quito y una urbanización de la policía estaba a punto de instalarse.

Es el Itchimbía, una colina que mira a Quito por un costado y a los nevados por el otro, y que está convirtiéndose en un parque.

Publicidad

No se trata de un jardín artificial sino de  un parque que respete los chaparrales, que recupere los rincones naturales con 54 hectáreas de extensión, cerca de ochenta mil árboles nativos sembrados, cuarenta especies de pájaros, lechuzas, senderos, una ciclovía, y enclavado en lo alto, lo que ya han comenzado a llamar los quiteños “la casa de cristal”, oficialmente bautizado como el Centro Cultural Itchimbía y que se inaugurará este 31 de julio.

Se trata de una estructura de metal y vidrio que llegó al Ecuador en 1889 y que fue hasta hace unos años cubierta de un viejo mercado (el de Santa Clara). El Fondo de Salvamento (Fonsal) lo ha convertido en un impresionante espacio de espectáculos culturales, congresos y que albergará entre el 31 de julio y el 28 de octubre la exposición de la tumba milenaria del Perú, ‘El Señor de Sipán’.

Una tumba ritual para festejar un espacio ritual, en el corazón de la colina, allí donde existió un “Intihuantana” o lugar prehispánico para aprisionar, para “amarrar”  al sol y prolongar el día.

Publicidad

El Itchimbía tiene, como parque, dos lógicas. Una, como centro cultural y espacios creados para información y educación sobre los procesos urbanos de la ciudad; por tanto, un área profundamente intervenida y con infraestructura de servicios, incluidos restoranes y cafeterías. Y otra, como espacio natural, de recreación, con muy poca intervención, de modo de respetar el chaparral y la conformación natural que ha adquirido la colina, incluido un humedal abandonado.
El primero tendrá como elementos el centro cultural administrado por el Fonsal y el Centro Cultural Metropolitano, y un extenso balcón construido entre la “casa de cristal” y la vieja casa de la hacienda Piedrahíta, desde el cual observar Quito, estudiar su proceso urbano, las connotaciones medioambientales en una gran urbe, recibir una vasta información sobre Quito, que lo ha planificado el consorcio privado responsable de la administración del parque, y conformado por el Centro de Investigaciones Ciudad y la Fundación Ecogestión. En cierta forma, será  una puerta de entrada al conocimiento de la ciudad. La administración del parque instalará observatorios siguiendo las coordenadas solares que confluyen en el Intihuantana y miradores para los distintos ángulos del paisaje, además de referencias informativas a la historia y las tradiciones de la ciudad que tenía como uno de sus personajes mayores “la bruja del Itchimbía”.

El parque está a cargo de 30 personas, entre guardianes, administradores y jardineros y está pensado como un proceso, como un formarse lentamente, bajo la orientación de biólogos, ecologistas, investigadores que “experimenten” en el Itchimbía, las posibilidades de recuperación de uno de los elementos fundamentales de Quito: las quebradas y su flora y fauna. El Itchimbía integra, con las colinas de El Panecillo, El Placer y San Juan, los límites de la vieja capital.