Son muchas las reflexiones que durante estos días compartimos bajo la impresión de la lucha de los jubilados.

Ellos son un ejemplo de lo que tanto se pregona para tener éxito en cualquier clase de empresas: esfuerzo sostenido e identificación con los objetivos. Han demostrado tenacidad y fortaleza para mantenerse unidos con una meta común a la cual dirigen todas sus acciones y declaraciones.

Este esfuerzo requiere de mucha paciencia y perseverancia, compañerismo y sujeción a sus dirigentes así como de un ánimo invencible para no decaer ni aun ante la idea del hambre o de la muerte. Su disposición a morir en la pelea y la muerte de muchos, los ha convertido para siempre en guerreros de la justicia para las generaciones futuras de jubilados.

¡Qué insignificante me he sentido y qué pequeñita ante la fuerza de estos titanes! Hombres y mujeres maduros, convencidos de la verdad de sus reclamos que han sentido en carne propia la injusticia, la discriminación, el abandono de las autoridades y fueron capaces de organizarse para exigir el cumplimiento de sus derechos.

¿Tendrá la edad algo que ver con la seriedad de su compromiso de lucha?
Sus palabras y declaraciones suenan tan sinceras y convincentes que es superfluo conocer las cifras de las miserables pensiones que reciben casi 25.000 jubilados, para tener la certeza de su necesidad.

En otros paros, huelgas de trabajadores... la conmoción no llega al nivel que ha despertado este paro de jubilados, porque personas más jóvenes que ellos, aun en nuestro país, tienen la alternativa de buscarse otro trabajo, para mejorar su situación...

La reacción de la ciudadanía ha sido admirable, así como la cobertura de los medios de comunicación que se han mantenido junto a ellos siguiendo paso a paso su situación, exigiendo, investigando, buscando soluciones y cuestionando a las autoridades involucradas.

Estos “viejitos”, como se los ha llamado por su edad, han hecho gala de lucidez suficiente para que podamos entender que los años no son una carga, sino las injusticias; que los años otorgan poder para decidir sobre la vida y la decisión de ofrendarla por una causa justa; que la solidaridad no se deja vencer por el cansancio, la fatiga o la enfermedad o los años, y que no debemos temer a la muerte cuando la vida tiene sentido hasta el final...

Definitivamente la seguridad, estabilidad de la postura de los jubilados y su fuerza contrastan y ponen en evidencia todo lo contrario de que adolecen quienes tienen que decidir y tomar las decisiones sobre el aumento de las pensiones. ¡Cuántas dudas, cuánta confusión, cuánta politiquería y evasión de responsabilidades, cuánto tiempo para informarse, calcular y decidir... cuánta debilidad en los argumentos... qué decepción!

Sorprende también la rapidez y decisión para rechazar el aumento de impuestos que gravaría aún más nuestra pobre economía... Podían haber aceptado de inmediato y hace mucho que estarían tranquilos en sus hogares...

Confío en su fuerza y tengo fe que este episodio se resolverá, ya no con toda justicia, porque los muertos no volverán a vivir.

Los jubilados del futuro algún día levantarán un monumento de gratitud a los valientes que hoy se han jugado la vida para ser reconocidos y que ningún funcionario jamás vuelva a hacerse el olvidadizo de sus responsabilidades para con ellos.