Soy ecuatoriana residente en Lima, desde donde sigo a través de los medios de comunicación el penoso paro de los jubilados de nuestro país que ha dejado hasta ahora más de once muertos.

Perú, un país igual de desesperado que el nuestro, aprobó la subida de las pensiones jubilares sin un muerto; Canadá mantiene un personal de migración especializado que bordea los 65 años, el cual es tratado con dignidad y aún forma parte activa de su sociedad; Ecuador, en cambio, a su último reducto de valores lo expone a la protesta, mientras los diputados reciben gruesas remuneraciones.

¿Qué han hecho las autoridades con los aportes de nuestros ecuatorianos mayores y con los de nosotros, los exiliados económicos? Que más voces se alcen al mundo y ante la presión el Gobierno de Ecuador ejecute la solución para nuestros retirados del IESS.

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María Gloria Tovar Larenas
Lima, Perú

Este es el país de Ripley. Solo aquí se mancilla y pasa sobre las personas. No solo no es justo, es inhumano y anticristiano lo que se está haciendo a los jubilados y ancianos en general.

¿Acaso los gobernantes, que también fueron elegidos con el voto de los ancianos, no tienen sentido de lo ecuánime? ¿Acaso no tienen padres? ¿No piensan que todos llegaremos a la tercera edad? Que se conduelan urgentemente del clamor de estas personas; caso contrario, que carguen en su conciencia el peso de todas las muertes que se han dado y seguirán dándose, si no hay solución a este grave problema.

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Elsa Espinoza Valarezo
Guayaquil

El Presidente del país y los directivos del IESS se hacen los sordos, que no entienden, dicen  que no hay dinero para que de esa forma pasen los días, las semanas y los meses, a fin de doblegar los espíritus luchadores.

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Esos ancianos están demostrando que son robles. Loor a ellos que se merecen una placa de honor, un monumento porque saben reclamar un derecho que les asiste honestamente. Sin politiquería, dan ejemplo a la nueva generación para cuando le toque reclamar. El Señor los proteja, porque la voz del pueblo jubilado, es la voz de Dios.

Elías Amador Velasco Torres
Guayaquil