Ayer, en la mañana, muchos empezaron a empacar sus pertenencias, debido a la demora por parte del Gobierno y el Congreso en la definición de fuentes de financiamiento para el alza de las pensiones.

Pero, por pedido de Marcelo Echeverría, coordinador de la huelga de hambre, los jubilados hicieron un esfuerzo y se quedaron.

El principal problema de las 21 personas que hacen huelga de hambre es la tensión nerviosa. Según Adriana Ayabaca, médica del Consejo Provincial de Pichincha, el encierro y el ayuno han provocado crisis de nervios en los jubilados.

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“Están irritables, tristes y cansados. Esta situación es una bomba de tiempo”, expresó Ayabaca.

Gabriel Riera, presidente del Comité de Paro de los pensionistas, dijo que, además de los huelguistas, sufren sus familiares.

La noche del jueves, los hijos de Mercedes Núñez, de 76 años, la visitaron y propiciaron su retiro del ayuno, convencidos de que el sacrificio no dará resultados.

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Aurelio Chávez y Carmen Molina fueron trasladados al hospital Carlos Andrade Marín con crisis hipertensivas y se prevé que no retornarán a la huelga de hambre.
Laura Bustillos, de 76 años, cada vez se siente más débil y está resentida con el Gobierno por su indolencia.

Los jubilados también están afectados porque aún no reciben la pensión de julio. “Nos están cortando los servicios, nos vamos a quedar sin casa”, exclamó Édison Lima, dirigente del paro, quien dijo que el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) sí puede cancelar las prestaciones, a pesar de la toma de los edificios.

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