“El jubilado es mi padre, mi abuelo, mi hermano”, dice una de las inscripciones.
Los jóvenes, pertenecientes a organizaciones de derechos humanos, pernoctan allí para que los ancianos no se sientan solos. Soportan bajas temperaturas y el viento que corre por la calle desierta.

En el día, la calle 9 de Octubre se convierte en escenario de innumerables muestras de solidaridad y de presentaciones artísticas.

Ayer, niños de la escuela Quintiliano Sánchez, estudiantes de la Universidad Metropolitana, representantes de los médicos rurales y trabajadores privados estuvieron con los huelguistas.

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Los universitarios llevaron un mariachi que entusiasmó a Carmela Sánchez, reina de la tercera edad, quien bailó como si no le pesaran los ocho días de huelga de hambre.

Eloy Castellanos, de 54,  ha perdido 18 libras por el ayuno y se siente débil. Sin embargo, ayer participó en el baile porque no tiene razones para estar triste. Todos los días los huelguistas reciben donaciones de agua, hidratantes, suero oral, leche, frutas cítricas y gaseosas.

Los paramédicos del Consejo Provincial de Pichincha administran una amplia bodega con provisiones para varios días. Patricio Espinoza, paramédico, aseguró que la solidaridad de los quiteños ha permitido que los retirados se mantengan con ánimo.

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Ayer, 25 jubilados cumplían con la huelga. Salvo ciertos signos de deshidratación, su estado de salud era estable.

En ocasiones reciben terapia psicológica y gimnasia.

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