Tres cuadras de una multitud que con el pasar de los minutos parecía crecer, integrada no solo por jubilados sino también por estudiantes y personas identificadas con la protesta de los pensionistas, se retrasó  para esperar a la dirigenta de la asociación "Publio Falconí", Ruth Domínguez, quien había sufrido un desmayo luego de discutir con varios compañeros de lucha.

Cuando Domínguez llegó desde Quito a la caja del seguro de Guayaquil se encontró con miembros de las tres asociaciones de pensionistas  (Publio Falconí, El Arbolito y Frente de Defensa) que pedían explicaciones de una situación que para muchos era una traición de la dirigencia del gremio, que tomó decisiones sin consultar a sus bases y firmó un acuerdo con el primer mandatario.

“No tenía como comunicarme con ustedes, porque sino llegábamos con esos papeles a las 09h00, nos quedábamos afuera, así que me la jugué”, decía Domínguez a través de un altavoz, al tratar de explicar la falta de comunicación con sus agremiados.

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Un bono adicional al incremento de 30 dólares que corresponde a los intereses que se obtuvieron del fondo de pensiones del año pasado, y , que variará entre las escalas de los jubilados, serán entregados a este gremio, además del aumento de pensiones que se pactó sea del 53%. También se incluirá a un representante en el Consejo del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), como parte de los beneficios que según Domínguez los jubilados tendrán si es que el Congreso y el Ejecutivo aprueban la reforma.

Pero, cerca de las 13h00, la multitud que espera por el restablecimiento de Domínguez decidió partir sin ella y en compañía del dirigente José Hoyos un grupo de jubilados marchó hasta la Gobernación para demandar el alza de sus pensiones sin que se grave con impuestos a la población.

“Para que no digan que entre viejos nos peleamos”, expresaba mientras trataba de conciliar a sus compañeros el jubilado Manuel Rojas, mientras permanecía parado en el centro de la carpa en la que están los pensionistas que se mantienen en la huelga de hambre.

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Pero el malestar entre los pensionistas era evidente; el jubilado Ulises Cabrera, que se mantuvo por nueve días en la huelga de hambre de los jubilados decidió esta tarde irse a casa, porque anunció estar en desacuerdo con los dirigentes de la marcha.

“Estamos descontentos, ella debió informarnos”, decía Pablo Mite, un pensionista que se encontraba en los exteriores del seguro social en el puerto.