Viajé a Quito por asuntos profesionales y aproveché para visitar a los jubilados que se encuentran en huelga de hambre. Al verlos sentí un nudo en la garganta y me di cuenta cuán insensibles nos hemos vuelto los ecuatorianos.

Me pregunté: “¿Cómo es posible que podamos permanecer impávidos ante este acontecimiento? ¿Es que no nos damos cuenta de que con esta actitud de espectadores a los únicos que hacemos daño es a nosotros mismos que somos el pueblo lesionado, engañado, humillado y asaltado todos los días por los corruptos de turno que no atinan de dónde sacar la plata para cubrir el justo aumento de las pensiones jubilares?

Cuando –los que ahora son gobernantes– eran candidatos ahí sí tenían la fórmula mágica de financiamiento y estaban en el combate a la corrupción. Se decía que la corrupción se llevaba $ 2.000 millones al año, dinero que iba a ser recuperado para beneficio del pueblo. Yo y creo que todos los ecuatorianos nos preguntamos: ¿Dónde está esa plata recuperada? Son casi dos años ya de Gobierno, por lo tanto ya debemos tener $ 4.000 millones.

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Después de esa visita a los jubilados en huelga de hambre me ha nacido la esperanza de que sí se puede; este hecho es una lección de amor, fe, lucha, por un sueño de un mañana mejor para ellos y una luz para todos los ecuatorianos que nos devuelve la sensibilidad perdida.

Creo que es hora de la solidaridad con nosotros mismos. Después de la jornada de trabajo debemos ir todo el pueblo hacia donde están nuestros jubilados para hacerles sentir que no están solos, que los vamos a apoyar hasta las últimas consecuencias.

Estoy seguro de que cuando vea todas las noches a dos millones de personas junto a nuestros viejos, el que nos “prometió” combatir la corrupción se va acordar dónde está el dinero.

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Carlos Álvarez Sánchez
Guayaquil