Se ha propuesto una supuesta solución que consistiría en que los candidatos se agrupen en la papeleta por partidos o por listas, pero que aun así sean los más votados los que se queden con todos los escaños. Esta no es una fórmula aceptable, porque en el sistema por listas el ciudadano en realidad no escoge a los candidatos por sus méritos personales sino como endoso al partido o movimiento al que pertenecen. El hecho de que se permita la elección entre listas no cambia esto, como se demostró en los pasados comicios, cuando mayoritariamente los electores volvieron a votar por listas y no por candidatos.

La propuesta de que los escaños se repartan solo entre los candidatos más votados sería pertinente si estos se presentasen en la papeleta en forma individual y no como integrantes de una lista. Como eso no es lo que se ha propuesto, lo que ocurrirá es que las listas que representen a las minorías de ciudadanos se quedarán fuera del reparto de los escaños y las que representen a las mayorías se quedarán con todo el poder.

Cualquier solución deberá evitar este peligro de que caigamos en una dictadura de las mayorías, algo que la historia ya se ha encargado de condenar.