El colombiano Juan Carlos Henao y el uruguayo Luis Barbat han sentido en la Copa América de Perú 2004, el rigor de la culpa que pesa sobre los mayordomos de las películas de misterio.

Henao y Barbat, que nacieron para el fútbol como “ángeles de la guarda” de sus equipos, han fallado en su apostolado de amparo de noche y de día. A Henao, que 21 días atrás fue ungido como uno de los héroes del Once Caldas en la final de la Copa Libertadores, le cabe la responsabilidad de dos de los tres goles que Argentina infligió a Colombia en el partido de las semifinales del martes pasado en Lima.

Barbat, el meta del Danubio, perdió la titularidad en la selección charrúa con Sergio Viera en el partido de los cuartos de final ante Paraguay tras haber mostrado en la primera fase lamentables vacilaciones en sendos remates de media distancia que México y Argentina transformaron en goles.

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Henao y Barbat saben hoy cómo se han sentido en los últimos meses sus colegas Oliver Khan y Marcos.

Los titulares de Alemania y Brasil, que disputaron la final de Corea-Japón 2002, se han visto envueltos desde entonces en desafortunadas jugadas que costaron goles y varios títulos a sus equipos. Desde entonces Khan ha sido cuestionado sobre la validez del título de Mejor arquero del mundo, que le otorgó la FIFA en el pasado Mundial, en tanto que Marcos, actualmente, es suplente en la selección nacional de Brasil.