Habitantes obtienen ingresos por venta de plantas ornamentales y medicinales, abono orgánico y hortalizas.

Con una pala revuelve y amasa, en una especie de tina, una buena cantidad de tierra de sembrado con estiércol de vaca y agua, mientras retira ramas secas y alguna que otra basura.

De ese modo Clara Barahona, moradora del bloque 5 de Bastión Popular (norte de Guayaquil), prepara el abono orgánico que riega en el huerto de su casa y que comenzará a expender la próxima semana.

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Los ingresos que obtenga se sumarán a los que gana hace más de dos meses por la venta de pequeños atados de llantén, albahaca y verduras (de 0,25 a 0,50 dólares cada uno), que también cultiva en los alrededores de su vivienda.

“No es mucho lo que se gana, pero es una gran ayuda si le sumamos lo que nos ahorramos porque consumimos las hortalizas que cultivamos en  casa”, señala en medio de su huerto donde se observan rábanos, brócoli, acelga, pimiento, tomate y otras variedades.

A pocos metros de su inmueble, su vecina, Benita Soledispa, revisa para ver que sus sus plantas estén libres de plagas como pulgones y hormigas.

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Además de las hortalizas que utiliza para el consumo familiar, tiene en el exterior de su casa plantas ornamentales (amor de un día, lazo de amor, hoja de plata),y otras medicinales (congona espanto, toronjil) y abono orgánico que prepara y comercializa hace dos meses, aunque tiene su huerto hace casi dos años.

Clara y Benita son parte del plan Huertos Familiares que desde septiembre del 2002 ejecutan en Bastión Popular el programa Zonas Urbanas Marginales (Zumar) y Alfa y Omega, con el apoyo de la Municipalidad de Guayaquil y la Unión Europea (UE).

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Roberto Almeida, de Alfa y Omega, recuerda que el plan surgió con el propósito de que las familias incluyan en su dieta diaria los productos del huerto para mejorar su calidad de vida.

Al momento, hay unos 400 huertos en 18 bloques de Bastión Popular que producen hortalizas, plantas medicinales y ornamentales. De ese total, 20 familias se dedican, además, a la producción de abono orgánico.

Los huertos benefician a 506 familias de la zona, pero Almeida aclara que la meta, hasta diciembre de este año, es que cada una tenga el suyo. En esa labor trabajan 33 promotoras que viven en el sector y que enseñan a sus vecinas la manipulación de alimentos y elaboración de recetas nutritivas.

La idea de vender surgió por iniciativa de cada familia que posee huerto, explica la promotora Narcisa Espinoza, que junto a Clara, su madre, y su padre, Simón Espinoza, mantienen sus cultivos hace casi dos años.

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Almeida señala que es difícil cuantificar las familias que están empezando a vender sus cultivos, pero presume que un buen número se dedica a la comercialización de plantas medicinales y ornamentales, más que a la venta de hortalizas por el tiempo de cosecha. Por esta razón Zumar y Alfa y Omega iniciarán un plan de microagroempresas urbanas con los habitantes del sector.

“Queremos formalizar las microagroempresas por medio de pequeños préstamos. Para ello formaremos grupos solidarios con base del microcrédito, donde serán beneficiadas 32 familias en esta primera etapa”, agrega la moradora del ese sector.

Benita y Clara esperan ser favorecidas con el préstamo para invertir en sus huertas y tener mayor producción y venta de sus cosechas.