El curso es uno de los programas con los que la Cárcel de Mujeres reforzó la rehabilitación social de las internas.

“Good morning girls, what’s the lesson?”, dijo la interna de origen alemán y cabellera dorada, Diana Atsuvi Gelo Brenner, con una amplia sonrisa que resaltaba en su rostro de ojos celestes, tras saludar y preguntar por la lección a seis presas que asisten a clases de inglés desde hace un mes.

Era la mañana del jueves pasado, el encuentro tuvo lugar en una pequeña celda, ubicada en el segundo piso de la planta administrativa, donde las adecuaciones y el color rosa dieron un toque diferente y a la vez motivador para las estudiantes, quienes asisten al curso los lunes, martes y jueves de 09h00 a 12h00.

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Mientras preparaba el material, la joven rubia nacida en una ciudad cercana a Berlín,  hija de padre estadounidense y madre polaca, casada y luego divorciada de un ciudadano de origen africano, dijo dominar once idiomas, entre ellos alemán, ruso, francés, polaco y una variedad de lenguas africanas.

“Sabía once idiomas, pero no sabía ni una palabra del español cuando llegué aquí, compré libros y aprendí sola, luego conseguí material de enseñanza de inglés y decidí enseñar el idioma”, relató Diana, quien lleva detenida dos de los ocho años a los que fue sentenciada por tráfico ilícito de drogas.

“Estudié psicología y trabajé dos años en el departamento de policía de mi ciudad, vine de turismo a Ecuador y no sé cómo llegó ese paquete a mi maleta”, se justifica cuando se refiere a la droga hallada en su equipaje.

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En el aula las internas demuestran su aprendizaje, entre ellas hay unas más empeñosas como la interna brasileña Joselyn Suárez, quien respondió correctamente a las traducciones de los colores de flores dibujadas en la camiseta de la profesora.

Joselyn, quien fue detenida por tráfico de drogas hace dos años y cumple una sentencia de ocho, reflejó ser la más entusiasta e interesada en aprender el idioma.

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“Es una buena oportunidad por lo económico, yo no sabía nada del inglés y ahora sé los días de la semana, meses, números y colores”, dijo mientras estudiaba para el examen del mes próximo.

Según Diana, la iniciativa de enseñar el idioma surgió “de mí misma” y con el apoyo de la anterior directora del centro carcelario, Amelia Alvarado, consiguió adecuar el aula.

“Me gusta cómo enseña, tiene mucha paciencia, pienso que esto me servirá cuando salga de aquí”, afirmó la interna María Pérez Gómez.

Maestra particular
Diana dijo que abriga la esperanza de obtener una rebaja de la pena por buen comportamiento. “Estoy bien porque aprovecho mi tiempo, aunque hay que tener mucha paciencia, pero lo hago con alegría y por mi conducta, porque quiero salir de aquí”, agregó.

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Además de las clases grupales, las cuales tienen un costo de 10 dólares mensuales por alumna, Diana señaló que tiene otro grupo a las que da clases particulares en su celda. “Cobro 10 dólares por mes y con ese dinero me ayudo para subsistir porque no tengo a nadie. En mi familia hay policías y no quieren saber de mí”, expresó Diana.