Cuando falleció el primero de los respetables jubilados me preguntaba: ¿cuántos otros jubilados huelguistas sucumbirán hasta que aparezca una ley a favor de ellos, que después de dos o tres décadas de trabajo y esfuerzo llegaron a gozar de un descanso? Muchos tuvieron que continuar laborando para sobrevivir y alimentar a su familia. Otros se han visto precisados a vivir con una pensión jubilar de miseria.

Hace pocos meses se comentaba de una posible destitución del presidente Lucio Gutiérrez. Aquellos rumores fueron creciendo cuando se anunciaba un levantamiento del indigenado. Parece que el nombramiento del nuevo ministro de Bienestar Social en la persona de Antonio Vargas vino a dividir la fuerza de los indígenas indignados y malquistados con Gutiérrez Borbúa. El concurso de Miss Universo vino a completar la bonanza presidencial.

Sin embargo, la tranquilidad en el Palacio de Carondelet vino a interrumpirse con la huelga de los jubilados que reclaman el aumento de sus pensiones. ¡Qué no ha hecho el Presidente para ahorrarse este mal momento! Ha viajado por aquí y por acullá. Ha concurrido a manifestaciones a su favor. Ha presidido sesiones solemnes. Ha reído y sonreído a su manera con muchos ciudadanos, políticos o no. Pero la pesadilla del movimiento de los jubilados no le deja dormir completamente. ¡Es el grito del cielo!
Al fin el H. Congreso Nacional resolvió emitir una ley decretando la suma de $ 135 como pensión mensual para los insobornables jubilados, los cuales bendecían a lo largo y ancho de la República.
Mas, el veto presidencial a dicha ley se hizo presente porque un dólar de aumento supone un egreso millonario, lo que agravaría la situación financiera del fisco si la pensión fuera de $ 135. No creo que el Congreso firmó esa ley para desestabilizar la democracia. Con todo ha servido para que el Gobierno estudie con cerebro y se preocupe sinceramente por la suerte de los jubilados.

Los entendidos en la materia afirman que sin aumento del IVA es factible el aumento solicitado. ¡Cómo! Suprimiendo los gastos inútiles y la burocracia exagerada en el IESS. Lo cual parece posible, pues, cuando vivíamos sin petróleo las fuentes de ingreso existentes bastaban. Lo que ocurre es que cuando pasamos a la dolarización, el o los mandatarios de turno pasaron por alto las consecuencias futuras. Fue excelente para las transacciones comerciales, pero al pueblo en general lo flagelaron y empobrecieron.

Ahora sí el Primer Mandatario tiene que demostrar que está aprendiendo a gobernar porque la salud del pueblo en todo sentido es lo primero. Que piense que él como todos los adultos llegarán a la ancianidad. Que considere lo que exclama Terencio: “La misma vejez es una enfermedad”, y que imite a Juan Pablo II que sabe respetar, apreciar y considerar a los ancianos sabiéndose anciano él también, pero gobernando con amor y sacrificio a todo el pueblo de Dios. Aquella situación es compleja y problemática, pero los jubilados no van a ceder.