Hace poco más de un cuarto de siglo que Garfield apareció por primera vez en una tira cómica en 41 periódicos estadounidenses. Mucho ha transcurrido desde entonces, y aunque veintiséis años es considerable tiempo para un gato, lo cierto es que el personaje creado por el dibujante Jim Davis sigue en plena forma, con más de 260 millones de lectores diarios en todo el mundo. Ahora Garfield, que inicialmente nació en la cocina de un restaurante italiano, se ha decidido a dar el salto al mundo del cine en un largometraje que combina acción real con este personaje animado por ordenador, a imagen y semejanza del reconocido felino anaranjado y bigotón de papel.

En efecto, Garfield: la película narra las aventuras del gato más panzón y perezoso del mundo que vive feliz bajo los atentos cuidados de su amo Jon Arbuckle. La vida no podría ser más dulce para Garfield, apalancado en un confortable sofá delante de la televisión, zampándose un buen trozo de lasaña (su comida favorita) y lanzando pullas a su angustiado dueño. Sin embargo, su universo se tambalea cuando Jon trae a casa una nueva mascota, el perro Odie, para congraciarse con la guapa veterinaria Liz de la que está enamorado. Desde entonces Garfield hace todo lo posible por deshacerse de su inesperado compañero. Sin embargo, cuando el pequeño Odie es secuestrado por un malvado adiestrador de perros, el minino protagonista comienza a sentirse responsable y decide hacer algo al respecto.

El argumento no es que dé para mucho, pero creo que en manos de unos buenos guionistas, podría haber sido al menos más pasable. Al principio se limita a reproducir los gags de las viñetas originales, tales como: quien manda es Garfield, siempre engaña a Jon y se sale con la suya, le gusta hacer trastadas en el barrio. Pero esas bromas, a los 20 minutos hastían, y mucho, porque en los libros también son bastante repetitivas, pero uno las dosifica y así no se aburre. Sin embargo, es una película que seguramente muchos niños disfrutarán porque guarda la esencia del gato maleducado, consentido, flojo y,  por encima de todo, comilón, que duerme con su oso Pooki y que pasa su vida en un cómodo hogar con un dueño bastante tímido al igual que en la tira cómica.

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Así, los animales terminan siendo las estrellas de la entrega, sean reales o digitales. Breckin Meyer y Jennifer Love Hewitt son totalmente prescindibles como los humanos de la cinta, y sus papeles son tan planos y predecibles que hubiera dado el mismo resultado usar los dibujos de la tira cómica en vez de estos actores. Garfield es, sin duda, una asombrosa creación digital del estudio Rhythm & Hues, que derrocha detalle y precisión. Pero el realismo de su animación, pelo e interacción con el mundo real terminan siendo irrelevantes frente a la tediosa trama, que ni con la ayuda del gran comediante Bill Murray como la voz del gato (en la versión en inglés), logra inyectar humor o vida a la obra.

En definitiva, tenemos la totalmente innecesaria adaptación a cine de Garfield, que ha dado como resultado una película técnicamente sobresaliente, pero narrativamente inerte y mediocre. El público adulto hará mejor en leer las tiras cómicas de este felino en el diario matutino o en alguna de las compilaciones que periódicamente se editan. Cualquiera de las dos opciones será más divertida y fructuosa que gastar hora y media en la butaca contemplando esta película.