Los presidentes de los sindicatos, comité de empresa y asociaciones de Entel, ETS, Ietel, Emetel y ahora Pacifictel, desde que se estabilizó la Empresa de Teléfonos de Guayaquil (ex ETG) solo se dedicaban a organizar agasajos, campeonatos de fútbol, negociar líneas telefónicas y conseguir trabajo para sus familias, propiciando el nepotismo.

Por eso los jubilados de las telecomunicaciones sobreviven, pues los sueldos que ganaban cuando fueron activos, eran paupérrimos.

La mayoría de sus presidentes sindicalistas no eran profesionales, eran reparadores y oficinistas que solo gritaban consignas en vez de defender los intereses económicos y sociales. Gozaban de permisos indefinidos y ganaban semanalmente viáticos sin viajar. Esos cabecillas son dueños de inmuebles, negocios, a cambio de los amarres con los ejecutivos de turno.

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La politización convirtió a las telecomunicaciones en botín político, los gerentes duraban poco en funciones y los planes de trabajo que presentaban no los podían ejecutar.

La Ley de Modernización del Estado creada en el gobierno de Durán-Ballén fue pretexto para destituir a más de 300 trabajadores de Emetel que tenían 20 años o más de servicio, a quienes hasta la presente no se les ha liquidado. La “renuncia voluntaria” que fue aplicada para los trabajadores y funcionarios del sector público que no sean de libre remoción, afectó más a los empleados de las telecomunicaciones porque no tuvieron el respaldo de los caudillos sindicales. La mayoría de los separados no pudo completar 25 años de labores para jubilarce, y hasta hoy no les cancelan la parte proporcional que les corresponde, ni la jubilación globalizada.

Es digno de admiración por ejemplo, que los pensionistas del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social tengan fortaleza para reclamar sus derechos, estando enfermos. En Ecuador la palabra jubilado quiere decir “pordiosero”, porque estos cesantes no gozan de la calidad de vida que todo ser humano anhela.

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Lcdo. José Lara Villagrán
Guayaquil