Hasta ahora, pensé que ser presidente de la república era muy complicado, pero haciendo un balance de la gran mayoría de mandatarios que han pasado desde la vuelta a la democracia, me ha demostrado lo contrario. Aquí, una breve semblanza de las gestiones realizadas por estos:

Cuando hay que incrementar los sueldos, salarios, pensiones jubilares..., la gran solución es aumentar o crear impuestos al pueblo.

Para cumplir con todas las personas o instituciones que ayudaron a conseguir la presidencia, la solución es inventar nuevos cargos burócratas y poner a dichas personas en estos; y si no hay recursos para pagar las grandes remuneraciones, se aumentan o crean impuestos.

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Como no puede ser que familiares de un presidente laboren en puestos secundarios, se les dan cargos públicos para que pasen a formar parte de la burocracia dorada; y si en el presupuesto del Estado no había partida para esos cargos, la solución es hacer préstamos a las unidades de créditos externas, y la cancelación de estos con sus intereses los factura el pueblo al aumentar los precios de los combustibles.

Para realizar viajes intrascendentes con largas comitivas y grandes viáticos que no sirven para nada al país, la solución es que el pueblo pague esos costos con incrementos en los bienes y servicios que entregan las entidades públicas.

Ser presidente de la república no es muy complicado, solamente hay que tener corazón de piedra y cara dura. Pensándolo bien, yo puedo ser presidente, creo que sí puedo cumplir esos requisitos; los únicos que me faltarían serían un corazón de piedra y una cara dura, pero ya tengo la solución, contrataré a un político en mi campaña para que me enseñe estos dos requisitos, y al llegar al solio presidencial, le crearé un nuevo cargo de asesor, con ingreso de burocracia dorada, y hago lo mismo que los otros presidentes: facturar al pueblo.

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Francisco René Alcívar Villegas
Guayaquil