El presidente Gutiérrez debe emigrar del cuartel al que lo ha confinado la oposición política que aprovecha la ausencia de gobierno, que es el talón de Aquiles que aqueja al Mandatario.

Por todas partes asoma el lobo; no faltan los francotiradores. Como el país tiene un voluminoso y acumulado catálogo de errores, engaños y fracasos, siempre hay lugar por donde colarse para generar problemas de larga duración y alcance con medidas de corto plazo. Desde luego, la víctima de los reclamos es el presidente de turno.

El entorno político actual es la resultante de la acumulación sistémica de tanta improvisación y excesos y debilidades. El desorden actual, proximidad al caos, es bola de nieve que rueda y genera el desequilibrio en el orden social.

Quien aspira a ser líder jamás debe sobrestimarse. Un líder primero se pregunta: ¿quién soy...?, ¿qué quiero hacer...?, ¿tengo objetivos claros...?, ¿conozco lo suficiente sobre lo que quiero liderar...?

Desde el momento de su participación en la asonada de los coroneles, se observó que las musas no acompañaban al Coronel; si dentro de su carrera militar fue sobresaliente, como gobernante no las tiene consigo. Le falta previsión para detectar los problemas principales (no es solo saber lo que hay que hacer sino lo que se tiene que hacer porque la realidad y el futuro lo demandan); y la sensibilidad para escoger colaboradores idóneos. (Antes recordé el epitafio que hay en la tumba de Andrew Carnegie: “Aquí yace quien supo escoger colaboradores mejores que él”).

Para tomar decisiones profundas (todas afectan a doce millones de habitantes), hay que formarse estadista; la mente militar –ganar la guerra y mantener la ofensiva– no es la mejor estrategia para administrar en ambiente político cargado.
En el trajín político también hay flexibilidad.

Ejemplo: En el conflicto con los jubilados se puede observar ausencia de una estrategia política que ponga al Gobierno en situación competitiva. Mientras se recurra a los números no habrá solución completa, porque siempre se buscará el concurso de fondos que no existen ni se pueden generar; es un planteamiento lineal falto de creatividad. Otras posibilidades que se pudieran presentar como alternativas darían, quizás, oportunidad para negociar en un contexto cargado de humanidad e injusticia.

El tema por la vía del conflicto, como ocurre con los problemas sociales, no es vaporoso. La solución del tipo cataplasma no cura viejas lacras. El problema está llevando al Gobierno a un alto costo económico y político, sin que sea menor el dramático causado por las vidas de afiliados que ya han comenzado a caer. Por imprevisión y falta de olfato político no se pensó en la fuerza que representan los jubilados que reciben el bofetón diario por su dinero ahorrado y por su salud precaria desatendida.

Ojalá que al aparecer este comentario, la situación dolorosa esté resuelta. De no ser así, se generarán efectos secundarios.

El Presidente pensó que su estabilidad dependía de buscar popularidad entre ponchos, machetes y computadoras. No inventarió los puntos críticos. Su propia familia y sus partidarios neófitos lo inducen a seguir caminos equivocados, como el de las constantes excursiones. Muchas presiones, aunque no siempre visibles, liquidan el prestigio: de ellas tiene que protegerse quien aspira a ser buen gobernante.