“Hago todo por partida doble. Tengo dos autos. Me casé dos veces (...).  Cuando yo muera, los hijos que mejor se han portado van a dirigir Radio Cristal”.

Cuando uno está frente a Carlos Armando Romero Rodas, está frente a una voz.
Una voz profunda que sale gruesa, desde adentro, desde lo más hondo. Una voz lenta, que emerge sin prisa, con la necesaria modulación que matiza cada frase. 
Porque Carlos Armando Romero Rodas es, ante todo, una voz. Una voz inigualable. Irrepetible.

¿Cómo nació su afición por la radio?
Yo estudiaba contabilidad en un colegio mixto, en Guayaquil. En el recreo alternábamos hombres y mujeres; ellas se prendían a la radio y había un fanatismo de las muchachas por los locutores. Entonces, yo pensé que también podía ser locutor.

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¿Cómo llegó a serlo?
Porque en Radio Ortiz, una emisora de propiedad del doctor Rigoberto Ortiz, se hizo una convocatoria a jóvenes con aptitudes para leer noticias del periódico. Entonces, fui. Éramos 30 los aspirantes y no teníamos a nadie que nos orientara. Todo era a la criolla, como saliera. Lo cierto es que gané el concurso con decisión, entusiasmo, iniciativa.

¿Y de buena voz?
Sí, siempre he tenido buena voz. Soy un hombre de 73 años y todavía se me oye.
¿Aún locuta?

Ya he dejado de participar en la radio. Lo hago solo en programas especiales.

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A propósito de nacimientos, ¿cómo le nació la idea de poner Radio Cristal?
Fui administrador-arrendatario de Radio Ortiz, y ahí nació la idea de fundar mi propia radio. 

El nombre Cristal, ¿de dónde surgió?

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Lo puso mi segunda esposa. Teníamos tres nombres en perspectiva: Huancavilca, Guayaquil y Cristal. A ella le gustó Cristal. Y acertó, porque el cristal es una parte de un transmisor de radio, el cristal es el que fija la frecuencia y el cristal es lo transparente, lo noble, lo nítido.

¿La radio pegó inmediatamente?

Yo hacía lo que no hacían las otras radios. 

¿Dónde funcionaba la radio?

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El primer local quedaba en la avenida Machala, entre Luque y Aguirre. Allí ya teníamos un auditorio, en fin. La radio era pequeñita, pero tenía ideas, programas, iniciativas.

¿Un sello de originalidad?

Sobre todo en la programación de música ecuatoriana. Esa fue desde el comienzo la característica de Radio Cristal. Y siempre con programas en vivo.
¿Y ya tenía el auditorio Julio Jaramillo?

El auditorio se llamó así desde que Julio se veló aquí. Salió de la clínica Domínguez, donde murió, y la gente lo trajo acá. Por eso le puse su nombre al auditorio y mandé a hacer un retrato de Julio al óleo para colocarlo en el escenario.

¿Es practicante?

Sí, aunque sin fanatismo. Soy hincha del Corazón de Jesús.

¿Usted le debe todo a la radio?

Sí. La primera casita que construí en el suburbio, con la primera ganancia, se transformó en un chalecito para mi mamá. Cuando las cosas mejoraron, le construí a ella una casa en Los Ceibos, con todas las comodidades.

¿Cómo quisiera que se lo recuerde?

Como un hombre de trabajo y un buen amigo.

¿Tiene ahora una vida tranquila?

No puedo descansar porque, desgraciada o felizmente, la radio soy yo. Todo se mueve bajo mi control. Un médico holandés me aconsejó que para no morir joven, debía hacer una sola jornada de trabajo y descansar por las tardes. Por eso llego a la radio a las 05h00 o 05h30 y estoy hasta las 11h00 o 12h00. Por las tardes leo los periódicos, hasta los avisos clasificados. Voy una vez por semana al cine, los martes.

Y cuando está en su casa descansado, ¿oye otras emisoras?
¡No! ¡Solo oigo Radio Cristal!

Extracto de una entrevista realizada para este mismo  matutino en mayo del 2002.