Vendedores de estampas y velas

En las puertas de las iglesias   estaban los puestos de vendedores de estampas  y velas, sin faltar la oración del Justo Juez, que los pillos la tenían pues en ella dice: “Tengan ojos y no me vean, tengan manos y no me toquen, tengan pies y no me sigan...”.

Además de las estampas de varios tamaños de todos los santos conocidos, ofrecidos  con marcos de madera y vidrio o de plástico transparente con moldura de metal, se vendían imágenes de yeso y madera, y fotografías de los mismos santos en botones metálicos  usados como prendedores.

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Había velas de diferentes tamaños y colores que los creyentes las frotaban en su cuerpo o simplemente las colocaban al pie del altar del santo de su devoción. Templos con muchos  vendedores eran Santo Domingo, Catedral, San José, San Francisco, La Victoria, San Alejo y otros. La regeneración urbana hizo desaparecer algunos. 

Prevalece la costumbre de ir los lunes a Santo Domingo en busca de San Vicente, donde hay agua bendita que algunos la beben allí o la llevan a sus casas. También los martes a El Sagrario por ayuda de San Antonio y Santa Martha, para conseguir novio o trabajo.

Ahora velas y ofrendas se venden bastante los 27 de cada mes en la visita de los creyentes al Hermano Gregorio, al norte de la urbe, y al Divino Niño cada 25 en su santuario de Durán.