Tres estudiantes del colegio La Inmaculada de la ciudad de Ibarra le declararon la guerra a la comida chatarra. Emprendieron un proyecto científico para encontrar una alternativa nutricional para los pobladores del sector rural de la región andina. ¿Los resultados? Descubrieron que el porotón (Erytrina edullis) es un excelente alimento del cual se pueden obtener derivados nutritivos y atractivos para la vista y el paladar.

Verónica López, Verónica Estévez y Eugenia Ortega estaban preocupadas por conocer cuál era el contenido de la dieta en las zonas donde no llega el desayuno escolar. “En múltiples salidas de observación por los sectores de Angochagua, La Merced y sus alrededores, que son zonas rurales (de Quito), constatamos que los niños consumen cada vez más comida chatarra, así que intentamos ofrecer una alternativa”, explica Víctor Hugo Guerra, profesor del plantel desde hace 31 años y asesor del proyecto.

En casi todas las salidas encontraron una planta silvestre, que crece entre los 1.500 y los 2.500 metros sobre el nivel del mar y que comúnmente se denomina “porotón”. Para los pobladores de esas zonas, el porotón no era desconocido, pero lo utilizaban como cercas vivas o como alimento para el ganado. Al investigar las propiedades nutricionales de esta planta, mediante exámenes de laboratorio realizados en la Universidad Central de Quito, las alumnas comprobaron que se trataba de un alimento rico en nutrientes. El estudio de la semilla muestra que contiene proteína en el 20,4%, mientras que la concentración de carbohidratos el 31,65%, según Verónica López.

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La investigación probó que el porotón se encuentra subutilizado. Una encuesta entre pobladores de la zona rural demostró que el 70% prefería utilizarlo como alimento de ganado y no para el consumo humano.

El siguiente paso fue buscar la forma de eliminar el sabor amargo, sin perder la elevada concentración alimenticia. Y así, probando y probando, crearon una tecnología artesanal, que consiste en obtener el porotón como materia prima, clasificar los mejores granos, retirar la cutícula y cortarlos en rodajas.

Obtenido este producto se somete al sol para lograr la deshidratación, a una temperatura de 40 grados durante 8 a 9 días. Lo siguiente es moler para obtener harina que sirve de base para elaborar tortas, bizcochos y hasta alimentos tipo snack que tuvieron aceptación entre estudiantes que los degustaron.

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El proceso de investigación tomó casi seis meses y el proyecto ganó el primer premio en la última Feria de Ciencia, Tecnología e Innovación, en la categoría colegios (área de la Ingeniería).