Tiempos colegiales

En 1912 estaba ingresado al colegio Vicente Rocafuerte y conocí a Teodoro Alvarado Olea, inteligente estudiante. Por ser él conmigo, los dos más pequeños alumnos del plantel, le aconsejé andar siempre juntos , “para protegerlo de los grandes”, según le decía.

Otro condiscípulo mío en 1913 fue Colón Serrano Murillo, también pequeño de talla, cultor del monopolio y obstinado monopolista. Todos los años monopolizaba el premio de honor del colegio. Jamás pensamos sus compañeros que, tiempos más tarde, se convertiría en enemigo de los monopolios imperialistas.

En 1915, con mi compañero, el caricaturista Virgilio Jaime Salinas, después de nadar en el Salado, apostábamos a quién hacía pipí más lejos, Reconociendo su triunfo le decía: -¡Es que tú tienes más vejiga!

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Era 1918 y el romanticismo, como la fiebre amarilla, contagiaba y trastornaba a todo Guayaquil. Yo mismo, locamente enamorado, pasaba y repasaba frente al balcón de mi pequeña Dulcinea, saludándola de nuevo, cada vez, embarcado en aquellos tranvías de tracción animal.

En 1919 el bulevar Nueve de Octubre ostentaba la ufanía guayaquileña, con su famosa ‘Cuerda de los Monos’. Propietarios de autos, recorriendo repetidas veces las pocas calles transitables, saludaban alborozados, con los asistentes del salón Fortich, en afán de ver y ser vistos, envueltos bajo encantadora ‘feria de vanidades’.
 
De Recuerdos de un estudiante guayaquileño, por Cyrano Tama Paz.