Uno de los temas que ha debatido el Congreso en estos días es el método de repartición de puestos en elecciones pluripersonales, o sea el que sustituya al recordado D’Hondt. Veo que el Parlamento tiene como prioridad hallar la forma en que las minorías sean representadas.

Cuando nuestros políticos dicen minorías se refieren a grupos de izquierda que suman todos entre ocho y diez diputados de los ciento y más que llegan al Congreso. Y eso, a pesar del método que sea que se inventen, para tratar de incrementar su número.

En Ecuador se adoptó en 1998 una reforma constitucional en la que, vía consulta popular, el pueblo mayoritariamente votó para que en elecciones pluripersonales se pueda elegir por candidatos y no por listas.

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El asunto es simple si la población vota por candidatos: los que tengan las mayores votaciones van al Congreso, consejos provincial y municipal, respectivamente, ¡y punto! ¿Para qué inventarse que hay que sumar los votos de toda la lista, luego dividirla para el año de nacimiento de cada uno de los candidatos de la lista, sumarles la raíz cuadrada del número de cédula de cada uno y restarle el coeficiente intelectual de cada uno?

Los políticos necesitan un llamado de atención. En Ecuador impera la opinión de la mayoría, no de la minoría. 

Dr. Óscar Novillo García
Azogues

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La prensa informa sinceramente del mal sistema electoral que tiene la República del Ecuador, solución “parche” o sistema de votación que afecta la adjudicación de escaños.

Desde las elecciones legislativas del 2002, muchos ciudadanos vislumbrábamos la incoherencia del sistema del recuento de votos y la consecuencia sobre el reparto de los escaños.

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Muchos periodistas escribieron y comentaron sobre el sistema de D’Hondt-Jefferson, y ya veíamos la imposibilidad e incompatibilidad de unir, “empenachar” o votar por candidatos de listas diferentes y votaciones por cabeza de cualquier lista que sea de la llave de repartición (Webster, D’Hondt, Imperial, etcétera); algo tan rigurosa que los ecuatorianos no pueden aplicar. Por respeto a la democracia, se deben denunciar las manipulaciones.

André Van Den Heede
González
Puerto López

Hay poquísimas ocasiones en la vida política de un país en que las circunstancias permiten tomar decisiones que pueden y deben mejorar la situación de una colectividad.

Y es precisamente la oportunidad de reformar la metodología para elegir representantes en futuras elecciones la que permitiría, si no fuera por la típica e irresponsable mañosería política con que se manejan todos los temas de Estado, que esas oportunidades se pierden para siempre, y hace que continuamente vivamos en desastre político.

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La democracia, por definición simple, es el gobierno de la mayoría, no de una minoría o minorías; ni siquiera la suma de minorías, como se pretende hacer.

No existe eso de minorías. El poder político de la minoría se reduce al mínimo, mientras que el poder político de la no minoría se eleva al máximo dentro de la ley.

La mayoría es el 50% más uno y la minoría es el 50% menos uno. La mayoría es una y la minoría es otra. ¿Tan difícil es entender eso?

Para un mortal común es fácil entender, pero para nuestros políticos esa definición está totalmente errada. Para ellos, además de múltiples definiciones, existen las minorías de las mayorías, las mayorías de las minorías, las mayorías por coyuntura... Mientras más minorías haya, mejor para el desorden y contubernio; mejor se amarran las comisiones. La razón de las representaciones es porque no puede haber un congreso de 13 millones de diputados; debe haber una asamblea de colegiados electos por el pueblo a su imagen y semejanza.

Por lo tanto, un congreso debería conformarse por la representación exacta de la opinión popular. Si amarillos hay 35%, azules hay otro 35%, rojos unos 20% e independientes 10%; así debería estar conformado un congreso, con los mismos porcentajes.

Pero no, tal es la mañosería de propietarios de la política, que elegimos por plancha y no en la segunda vuelta, porque si así fuera, no habría ni los 50 partidos políticos, ni las 3.500 minorías que exigen representación; amén de los milagrosos arreglos en tribunales electorales en los conteos de votos, lo que hace que uno de los países más chiquitos del mundo sea totalmente ingobernable y de representación vergonzosa, salvo pocas y honrosas excepciones.

Lo lógico es que los diputados sean electos por representación del lugar donde viven. Deberían ser representantes distritales, uno por cada 100 o 200 mil habitantes y que estén muy cerca de sus electores, para que se les pueda jalar las orejas o sustituirlos en caso que amerite.

Mientras eso no se corrija en nuestro amañado sistema electoral, no saldremos del lodazal.

No importa si se aplica el sistema D’Hondt o el de Superman.

Un congreso mal representado no puede ser nunca un buen congreso, no importa de qué color se lo pinte.

Mario Roseney Cassís
Guayaquil