Hace quince meses empezó para mí, aquí en EL UNIVERSO, este oficio, por suerte no siempre ingrato, de comentar lo que ocurre alrededor. Y desde entonces asumí con convicción la tarea de lograr que cada una de las palabras que plasmaba en espacios como este, reflejen no solo mi sentir, sino el de muchos que no tienen el privilegio de poder expresarlo.

Quince meses que coinciden casi con el tiempo que tiene al mando el actual Gobierno; por tanto, también coinciden con el desfile de ministros y la larga lista de rectificaciones; con las no sé cuántas veces que ya estuvo virtualmente caído y las no sé cuántas también en que el régimen se ha levantado de entre las cenizas, tras no muy claras negociaciones políticas.

Tiempo en que se ha desarrollado lo más crudo del drama de los jubilados, víctimas principales de la dolarización; o la calentura de la frontera con Colombia; el grueso del desarrollo de la obra municipal en Guayaquil, y también los roces que esa acción local ha generado con informales que no conocen otra forma de ganarse la vida sino en la vereda.

Parece tanto tiempo, y parecen tantos temas, pero mirando en perspectiva, no lo son. Quizás son apenas un grano de arena en lo que debe ser para mí y para todos los ecuatorianos, la lucha por lograr algo de equilibrio social y sobre todo, el destierro de aquel mal que se está convirtiendo en habitante de todos los rincones: la corrupción, que nos ha dado recientemente los deshonrosos títulos de ser segundos en Latinoamérica y novenos en el mundo.

Pero ha llegado el momento de decir hasta luego. Y lo hago porque asumo desde ahora la función de Editor General de este Diario, EL UNIVERSO, el Mayor Diario Nacional. Y con ello, acojo a plenitud el compromiso de llevar hasta las manos de los ecuatorianos, mayoritariamente lectores de este matutino, la información más oportuna, con absoluto equilibrio, rigor y justicia, que reflejen el esfuerzo de ese gran grupo editorial y profesional que sostiene este medio.

Y aunque el encargo es grande, y la responsabilidad que hay que cumplir mayor, creo que la fórmula para lograrlo, sin embargo, es sencilla: trabajo, trabajo y más trabajo, como dice en una de sus paredes este mismo matutino cuando se interroga por qué su éxito durante 83 años.

Esta es, entonces, mi última columna en esta etapa. Espero que ustedes hayan podido conocer, a través de mis escritos, las inquietudes y reflexiones de un periodista a tiempo completo, a quien estar tan cerca de la realidad le daba, le da, quizás el privilegio de conocer y entender los cuatro costados de los hechos y sus protagonistas. Un privilegio a ratos cruel, a ratos satisfactorio.