Bellarine Alarcón, de 9 años, no fue ayer a la escuela ni salió con su madre a vender botellas de agua en el centro de Guayaquil, como indica que suele hacer después de salir de clases de la escuela Río Macará, ubicada en el Guasmo Sur.

Ayer, ella se dedicó a jugar y desarrollar sus habilidades creativas en compañía de otros 99 pequeños que trabajan y que además forman parte del Centro Alternativo de Niñ@s Mi Trompo, que en esta ocasión organizó el IV festival de juego y arte popular: “Solo sabiendo exigir nuestros derechos podremos darle vuelta a nuestra vida”.

Los cien chicos se reunieron en la Plaza de Artes y  Oficios (avenida Quito y Venezuela), donde jugaron con trompos, el salto de la soga, carrera de ensacados, el huevo y la cuchara y, además, participaron en el concurso de pintura: Mi derecho a la protección, que también organizó Mi Trompo. 

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La idea del encuentro, según Francisca Zambrano, coordinadora del Centro Alternativo Mi Trompo, consistió en fortalecer el derecho a la recreación de los chicos y demostrar mediante expresiones de arte y los dibujos cómo son tratados en sus escuelas, la familia, comunidad y en su ambiente de trabajo por las personas que compran lo que venden.

Estudiantes de varios colegios particulares y fiscales de Guayaquil animaron el festival con  bailes folclóricos y otras representaciones que fueron muy aplaudidas por los pequeños y sus familiares. Ellos, además ayudaron a cuidar a los niños, ya que no todos acudieron con sus allegados.

Ronald Aulla, de 11 años, expresó que estaba muy feliz porque era un día  en que podía  saltar y jugar con otros niños, sin tener que preocuparse por vender caramelos en los buses.

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El estudia el primer curso del colegio nacional Ati II Pillahuaso, y manifestó que, aunque no es buen alumno, quisiera algún día convertirse en  profesional y dejar las calles donde ha trabajado desde los tres años.

“Me gusta jugar, pero no puedo porque debo trabajar, quisiera ser como los demás niños”, manifestó mientras saltaba y observaba a los otros pequeños que jugaban.

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El festival se extendió hasta el mediodía, y aunque hizo un ardiente sol, los chicos no dejaron de divertirse porque era su día.