Los huevos hueros

Muchos años   atrás, cuando las tiendas de las esquinas eran el sitio para comprar  buena parte de los alimentos que necesitaban los hogares de la barriada, los dueños de esos locales tenían algunos trucos para no dejarse sorprender por  clientes o caseros avivatos que nunca faltaban.  Así pues, para constatar si un sucre era bueno o de plomo, restregaban la moneda en la palma de la mano y, si esta quedaba manchada, aquel no valía.

Para esa época en las mencionadas tiendas  tampoco eran comunes las refrigeradoras o congeladoras que cualquier negocio del tiempo actual lo posee.  Por ello, productos como los huevos o naranjillas se los colocaba en unas canastillas de alambre que colgaban encima del mostrador.

Al solicitar el comprador uno o más huevos, el tendero para evitar reclamos posteriores los tomaba y los encerraba ligeramente en el puño de la mano para observarlos a contraluz. Si aparecía una sombra en la clara, el huevo era huero (dañado o algo parecido) y no se lo vendía.

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De esta  manera  ni el cliente ni el vendedor  se perjudicaban y su relación de amistad o comercio no sufría ningún problema. En la actualidad esa práctica ha desaparecido totalmente.

De Tiempos vividos, por Alberto Muñoz Morán, guayaquileño.