Desde hoy,  y hasta el 11 de julio, se exhibirán en la Urna de Cristal fotografías de la ciudad  hechas por Ángel Pescara.

Ángel Pescara es fotógrafo, pero no usa sus cámaras (una Mamiya y una Hasselblad) para capturar imágenes.  Él dice que hace las fotos con la tripa: “La fotografía es como el amor, lo sientes en la tripa, en la panza”, anota, con el acento que heredó cuando nació en Mendoza, Argentina, hace 48 años.

Pescara llegó a Guayaquil el 19 de enero pasado con 50 dólares en el bolsillo, dejando atrás premios de fotografía y trabajos. Ayer inauguró una muestra de su obra en la Urna de Cristal, compuesta por cien fotos –hechas con un tono entre el sepia y el violeta– sobre Guayaquil. Sobre esa ciudad que, según él, es “anarquista y desordenada” y en la que quiere quedarse y fundar un grupo de arte fotográfico llamado F8 (el punto que prefiere en la abertura del lente). El 7 de julio, a las 19h00, dará una conferencia gratuita.

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Se refiere a sí mismo como alguien que capta lo que está siempre en la ciudad y no miramos, porque parece obvio y hasta monótono. “Me encanta este desorden tan perfecto. No podría vivir en Japón o Estados Unidos, ciudades absurdamente correctas, de gente con ideas comprimidas, no podés ser libre así”, afirma. El juego con las luces y las sombras le da a su trabajo de desnudos, retratos y detalles de paisajes un brillo peculiar. “La luz la pone Dios, yo solo hago lo que puedo con ella”, agrega. 

Disfruta de hacer fotos tanto como lo hace del café y el cigarrillo.  Está trabajando en esto desde que tenía 18, y todavía dice emocionarse cuando huele los químicos del revelado: “Es como tener un hijo cada vez que aparece la imagen en el papel”.

Para él, un fotógrafo debe pensar en su cámara como una extensión de sus ojos. “Si no, te convertís en un operador de cámara fotográfica”.

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