En una comunicación circular de la Cámara de Comercio de Quito se afirma: “El Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos representa el mayor reto y también la mayor oportunidad de los ecuatorianos para lograr un crecimiento sostenido de la economía, lo que a su vez redundará en la reducción de los niveles de subempleo y desempleo y en el mejoramiento de la calidad de vida de la población”.

Es un enunciado hermoso, grandemente optimista y prometedor. Sin duda algunos sectores económicos del país resultarán beneficiados, pero que se logre disminuir el desempleo y el subempleo y, sobre todo, mejorar el nivel de vida de la población, es decir de todos los habitantes de Ecuador y más de quienes están en el nivel de pobreza, es algo que está por verse. Hay experiencias que nuestros negociadores no deben pasar por alto si en verdad se aspira a una mejor vida para todos los ecuatorianos.

México acaba de cumplir diez años de la vigencia de su Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Su experiencia se sintetiza en una apreciable mejoría de la macroeconomía y un incremento de la desocupación y pobreza.

Según datos estadísticos, las exportaciones durante los diez años han subido de 41 a 158 mil millones de dólares. La inversión extranjera, en especial de empresas norteamericanas, ha llegado a los 100 mil millones de dólares.

El otro lado de la medalla presenta el maíz, primer alimento de consumo, desde las épocas precolombinas. La importación del maíz enfrentaba altos aranceles, a fin de salvaguardar la producción nacional en la que participan más de 15 millones de campesinos. Actualmente con bajos aranceles y maíz norteamericano subsidiado, la importación ha crecido a los más altos niveles con la circunstancia de que su comercio se ha transformado en un monopolio multinacional. Una sola empresa controla el 70% del mercado, imponiendo precios y condenando a los pequeños agricultores mexicanos a una ruinosa dependencia que se convierte en factor de mayor pobreza.

El otro factor inesperado fue la masiva importación de maíz transgénico, no solo para consumo inmediato sino también para su utilización como semilla. El resultado ha sido que los cultivos autóctonos se “contaminen” con el maíz transgénico, es decir el polen de las plantas transgénicas, al dispersarse por el aire, contamina a los otros cultivos con la consecuencia que estos rindieron menos que antes y perdieron calidad.

Hay que mencionar que la Comunidad Europea, a pesar de las presiones norteamericanas, no ha autorizado la introducción en sus países de variedades transgénicas, pues no están debidamente comprobadas en el mediano y largo plazos las aparentes ventajas de tales variedades.

La disminución de aranceles obligó al Gobierno mexicano a compensar los ingresos con nuevos impuestos. Un comentarista afirma: “El crecimiento económico no trajo equidad, al contrario, la desigualdad se profundizó”.