Acudo todos los domingos al cementerio general de Guayaquil. He observado con preocupación, indignación y temor, lo que sucede en el área regenerada frente a la puerta Nº 6, cuyo rededor está cerrado con rejas y en su interior hay jardines un tanto descuidados.

Resulta que alguno que funge de guardián permite que borrachines y viciosos del sector –que por cierto es zona super roja– pernocten allí y lo estén convirtiendo en su hábitat.

Es muy común verlos compartiendo copitas de aguardiente, con música de cantina a todo volumen, sin respeto alguno; o tendidos en el suelo, por los rincones o en el jardín, durmiendo sus borracheras en medio de trapos, papeles, cartones sucios y malolientes, dando un espectáculo nada digno.

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Hago un llamado a la autoridad correspondiente para que tome cartas en el asunto, y que también se envíen policías a resguardar el sector.

Otro inconveniente son ciertos vendedores de flores que ocupan el interior antes mencionado del cementerio, por el lado de la calle Julián Coronel; lo cual no debería permitirse, pues para eso se construyó el mercado de flores que se está quedando abandonado porque estos señores no entran al orden y prefieren ofrecer su producto en las afueras de cada puerta del camposanto, generando cao y suciedad.

Guillermo A. Salazar Guzmán
Guayaquil