La mala noticia es que las estadísticas del crimen volvieron a aumentar en las últimas semanas. Se sospechaba ya que la aparente caída en el número de delitos de meses anteriores no era real; lo que ocurre es que muchas víctimas se abstienen de presentar cualquier denuncia porque lo consideran un esfuerzo inútil.
Si aun así el número de asaltos y robos ha vuelto a subir (al mismo tiempo que aparece una nueva modalidad de delito: el secuestro express), entonces solo nos queda imaginar lo que de verdad nos estará costando este nuevo auge de la ola delictiva en vidas humanas y bienes materiales.

La buena noticia es que parece estar emergiendo una reacción ciudadana. El fenómeno es mundial: hace tres días, casi medio millón de mexicanos marcharon en la capital azteca para protestar contra la ola de secuestros. Algo similar –aunque por supuesto con dimensiones muy diferentes– ocurrió dos semanas atrás en Esmeraldas, cuando 10.000 personas marcharon para repudiar la presencia de una banda de sicarios. Actos similares han tenido lugar en Machala el 12 de marzo, en San Antonio de Pichincha el 25 de enero y en Quito hace dos años.

Cierto es que los delincuentes tienen muy claros sus objetivos, mientras que estos actos ciudadanos apenas comienzan a organizarse y a proponer algunos objetivos concretos. Pero es una iniciativa que, si prospera, dará buenos frutos, y por eso la alentamos firmemente.