Pese a la entrega de soberanía, EE.UU. quiere mantener los próximos meses un papel predominante en Iraq en todas las áreas, militar, económica y política, incluso a riesgo de roces con el  nuevo poder.

La transición en Iraq es un argumento de peso en la campaña presidencial y la administración del presidente George W. Bush apuesta al éxito de la combinación de entregar el poder a los iraquíes y mantener una fuerte presencia en el país.

Washington tiene el 90% de los soldados de la coalición, unos 130.000, que aseguran la supervivencia del frágil gobierno interino. Bush anunció ayer que las tropas se quedarán en Iraq todo el tiempo necesario para recuperar la estabilidad en el  país.

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Además se desplegarán unos 150 “consejeros técnicos” en los ministerios  iraquíes, dependientes de la embajada de EE.UU., que tendrá ojos y oídos en todas las administraciones iraquíes

Pese a las exportaciones petroleras, el nuevo gobierno también depende de los miles de millones de dólares de ayuda estadounidense, lo que afecta su credibilidad ante los iraquíes.

“Podríamos ver aparecer un gran número de tensiones en los próximos días y semanas entre el gobierno interino y la administración estadounidense”, estimó Marina Ottaway, analista de la Fundación Carnegie en Washington.

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