Para quienes fueron a escuchar Pink Floyd, la noche empezó alrededor de las doce y media. Ummagumma abrió con In the flesh, luego Another brick in the wall, Is there anybody out there y Run like hell. Sonaron bien. Las voces de Mariano Fabricante y Jorge Marchini estuvieron a la altura, igual que la guitarra de Juan Verta y los coros de Valeria García y Paula Carau.

Entre canción y canción, los fanáticos gritaban: “¡Echoes!”, “¡Astronomy domine!”, “¡Una de Barret!”. “Sabemos que cada uno tiene su favorita, pero no podemos complacer a todos”. Jorge Marchini respondió amable. “Hagan fuerza y talvez podamos volver el año que viene”. “¡Y de una vez traen a los Babasónicos!”, gritó alguien que se empeñaba en decirle Chatruk al guitarrista (según los entendidos en fútbol, porque se parecía al jugador de Barcelona). Tras las explicaciones vino Learning to fly.

El sonido en general fue bueno, solo de vez en cuando se escuchaba el retorno de los micrófonos, algo que luego se solucionó.

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Del Dark side of the moon, considerado por la Rolling Stone de abril pasado como uno de los mejores 300 discos de la historia de la música, tocaron Breathe, Time, The great gig in the sky, Money, Brain damage y Eclipse. En todas relucieron los teclados de Ariel Moscatelli, quien también hacía las segundas voces.

A pesar de que en Time, a la primera guitarra le faltó más presencia (cuestiones del operador de sonido talvez) y la percusión parecía estar un tiempo atrás, la interpretación de Marchini logró balancear las fallas. Las alrededor de 400 personas que fueron a verlos (cuyas edades variaban desde los 18 hasta los 50 años) se mostraron satisfechas.

Otra voz que deslumbró fue la de Paula Carau cuando cantó The great gig in the sky. ¡Espectacular! Ni una sola nota fuera de tono. Exactamente igual que en el disco. Ella cantó y el concierto pareció detenerse un instante en el que todos callaron para escucharla.

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Cuando terminó, un error del operador de sonido hizo que no siguieran con Money, como en el Dark Side, sino con Brain damage y Eclipse. Ambas llenaron las expectativas de quienes estaban al pie del escenario y no dejaban de aplaudir.

Cuando terminaron esos dos temas, llegó el efecto de sonido (de una caja registradora) con el que empieza Money. “Ahora sí, la que venía”, dijo Fabricante encogiéndose de hombros. La introducción fue una reproducción fiel, excepto por las percusiones que volvieron a quedarse atrasadas.  Terminaron con Confortable numb, una de las melodías más legendarias de Pink Floyd. Luego de despedirse, tocaron una más, Hey you.

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El público fue complicado. Un público fiel que conocía cada acorde, cada nota y cada efecto de cada disco de Pink Floyd. Un público crítico y difícil de complacer. Un público que al final del concierto aplaudió de pie.