A nombre de la conciencia individual, de la libertad y de la democracia, algunos pretenden que los católicos renuncien a proponer a la sociedad la visión cristiana de Dios, del hombre y del mundo.

La Congregación para la Doctrina de Fe publicó una nota doctrinal acerca de la conducta de los católicos en la vida política. La nota recuerda las siguientes enseñanzas:
La doctrina de la Iglesia no quiere en modo alguno someter la esfera civil y política a la esfera religiosa y eclesiástica. La enseñanza social de la Iglesia no impone ni acepta imposiciones, simplemente propone; y, al reivindicar el derecho de los cristianos de vivir y actuar políticamente en conformidad con los principios que inspiran la conciencia cristiana, no interfiere en el gobierno de los países; pues en el sistema democrático todas las propuestas deben ser evaluadas libremente.

La fe cristiana no pretende encerrar en un esquema rígido los contenidos sociopolíticos. Los ciudadanos católicos son libres de escoger, de entre las opciones políticas compatibles con la fe y la moral natural, aquella que consideren más de acuerdo con el bien común, en un contexto histórico, geográfico, económico, tecnológico y cultural bien concreto. La realidad concreta y la diversidad de circunstancias hacen posibles diversas soluciones. – Toca a los laicos, no al magisterio de la Iglesia, formular soluciones concretas. A ellos corresponde determinar qué estrategias transitorias son mejores para defender un mismo valor humano.

La democracia debe actuar con el grado de verdad, al que la sociedad ha llegado con el aporte libre de todos y ha de buscar permanentemente una verdad más plena.

La democracia debe tener como un fundamento sólido la dignidad de la persona humana y, en consecuencia, las exigencias éticas que, estando enraizadas en el ser humano, pertenecen a la moral natural, que las ciencias han ido clarificando y pueden seguir clarificando.

Si la democracia prescinde de este fundamento, cae en un relativismo moral absoluto, según el cual la mayoría determina qué es bueno y qué es malo, así la democracia se autoelimina y queda a capricho de los poderosos. Bastaría que una mayoría, aún transitoria, de una determinada sociedad estableciera, por ejemplo, prácticas aberrantes de matar al débil, para que sean consideradas buenas. Recordemos que, sin el fundamento moral de la ley natural, independiente de mayorías o minorías, no hubiera sido posible juzgar los crímenes de los nazis vencidos. Los jueces que juzgaron a los nazis en Nuremberg debieron, para poder juzgar, aceptar en algún grado la norma objetiva de la dignidad de la persona humana, inscrita en toda conciencia no manipulada.

La democracia debe actuar con el grado de verdad, que logra con el aporte libre de todos; al mismo tiempo, ha de buscar permanentemente una verdad más plena. La persona humana, igual en dignidad, con iguales derechos y proporcionados deberes, es el valor fundamental de referencia común; persona humana que tenemos que conocer cada día más.