Con frecuencia las noticias nos hablan de la violencia en que se desenvuelven las actividades diarias de los ciudadanos: pandillas, extorsionadores, delincuentes..., que ya han anulado la capacidad de sorprendernos.

También se percibe en el ambiente otra clase de violencia, la política, que nos hace tanto o más daño porque traiciona sentimientos de confianza, esperanzas y de posibilidad de un cambio en nuestro diario vivir.

Los políticos no buscan el bien común sino la individualidad, acceder al bienestar económico y social a costa del sufrimiento, hambre del sector más desprotegido.

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Lo peor es que no sabemos cómo contrarrestar la corrupción enquistada en estratos sociales y gubernamentales.

No lleva a ninguna parte la actitud de ciertos políticos que  conducen a sus seguidores a combatir con violencia la inconformidad hacia el Gobierno. Más bien deberían hacer conciencia para que en un trabajo mancomunado y responsable dediquen  a las estructuras existentes pautas para encontrar soluciones; trabajar por la justicia y libertad; conseguir el derecho a la educación, salud, vivienda para todos.

Debemos exigir de nuestros gobernantes un profundo conocimiento de la realidad social.

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A la sociedad civil le corresponde un papel fundamental en esta tarea de selección y control de sus políticos, volviéndonos críticos y fiscalizadores del bien común.

Martha Ortiz de Arregui
Guaranda