Ustedes, los medios de comunicación, dañaron el ambiente”, acusaba Franklin Salas en una entrevista con Félix Narváez, el pasado viernes. Pues, no entiendo de qué se queja. Para ser un sospechoso de tener sexo con una menor de edad y con licor de por medio, el jugador de Liga Deportiva Universitaria fue muy bien tratado por la televisión.

De ella obtuvo, de hecho, la comprensión, absolución y reivindicación que andaba reclamando, aun antes de que la Fiscalía termine siquiera la etapa de indagación previa de su proceso.

Basta con decir que Salas empezó la semana como acusado de “intento de violación” a una adolescente y la terminó convertido en ejemplo de juventudes y siendo invitado, en el colmo de la paradoja, a dirigir sus sabias palabras de consejo a las colegialas ecuatorianas (incluyendo, supongo aquella con la que no niega haberse acostado).

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A pesar de todo esto, Salas se sigue quejando: “los medios –dice– me pintaron así: Salas violador, Salas tiene que estar en la cárcel, Salas es uno más del país y tiene que pagar las consecuencias”. “La prensa incendió todo esto, eso es lo que me duele”.

Es necesario desmentir al futbolista. Ningún medio de comunicación, específicamente ningún canal de TV, lo llamó violador. Me consta. Ninguno se atrevió a opinar que debiera estar preso. Nada de eso es cierto. Ninguno lo declaró culpable, como acostumbran a hacer los noticieros cuando los sospechosos de violación no son astros del fútbol. Es más: ni siquiera fue tratado “como uno más del país” (como se debiera y a él parece no gustarle) sino como una especie de ciudadano VIP.

La TV defendió efectiva y activamente a Salas. El jueves, cuando el sospechoso apareció en Canal Uno y Teleamazonas, los periodistas que lo entrevistaron terminaron por suscribir la tesis de que las acusaciones en su contra son “versiones antojadizas”. En Canal Uno se llegó a esa conclusión sin ningún tipo de pruebas; en Teleamazonas, con pruebas amañadas. En efecto, según el conductor del segmento deportivo de ‘24 Horas’, el hecho de que varios testigos puedan certificar que Salas estuvo en un bar la noche del lunes, lo exculpa de un presunto delito sexual ocurrido durante la tarde de aquel día (?).

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En todo momento, los periodistas hicieron lo posible por minimizar el presunto delito, librar a Salas de sospecha y eludir los temas obligatorios del seguimiento informativo, mediante rodeos y circunloquios plagados de imprecisiones, auténticas cortinas de humo hechas de palabras. El jueves, por ejemplo, Carlos Bravo, de Canal Uno, resumió el caso de la siguiente manera: “Se ha escuchado una serie de versiones en torno a una supuesta actuación de la estrella de Liga Deportiva Universitaria, lo que ha dado lugar a una serie de comentarios y versiones que no se han aclarado, precisamente”. ¿Cómo dijo? Versiones en torno a hechos supuestos que han dado lugar a comentarios que no se han aclarado. ¿Eso es todo? ¿Comentarios basados sobre versiones?

No, no es todo. El caso Salas no es un rumor, es una investigación abierta de oficio por la Fiscalía para determinar si el futbolista cometió o no los delitos sexuales tipificados en los artículos 509 y 512 del Código Penal y 68 del Código de la Niñez. Esa es la noticia, simple y concreta. Pero en la presentación que Carlos Bravo hizo de ella, las palabras Fiscalía, indagación previa, delito sexual, Código Penal y Código de la Niñez ni siquiera se mencionan. En realidad, el periodista no dijo nada, simplemente aplazó el tema, no entró en materia. Pues, si la Fiscalía se encuentra investigando el tema, a la TV le tiene sin cuidado. Así, el viernes, un periodista de TC dijo que, “felizmente, el caso está arribando a buen puerto y parece que todo se está aclarando”. ¡Y la indagación previa apenas acababa de abrirse!

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¿Qué quiere decir que “el caso está arribando a buen puerto”? Pues, que Franklin Salas y Rodrigo Paz (quien reconoció estar negociando el tema a nombre de LDU) convencieron a los padres de la adolescente para que no presentara ninguna denuncia. ¿Cómo lo hicieron? Eso es un secreto. Como si el tema de fondo fuese la existencia o no de una denuncia, en lugar de la existencia o no de un delito sexual, la televisión, en forma unánime, decidió que, no habiendo denuncia, el delito es irrelevante.

“Franklin, ¿qué tal si la joven resulta embarazada?”, preguntó Félix Narváez. Respuesta: “Ni  idea. Tendría que conversar con los padres y ver cómo se arregla”. Después de escuchar estas palabras, es evidente que Salas tuvo relaciones sexuales con la menor, de lo contrario no aceptaría la posibilidad de un embarazo. Es decir, implícitamente admite la comisión de un delito: el de abuso sexual según se define en el Código de la Niñez: “contacto físico con un niño, niña o adolescente, aun con su aparente consentimiento”.

Pero, a estas alturas, la televisión ya no hace preguntas. Sí, algo hubo, pero ya todo está transado; parece que Salas sí delinquió, pero no hay denuncia, así que podemos tranquilamente ponernos a pensar en el próximo partido. Al fin y al cabo, ¿quién no tiene un “esqueleto en el armario”, como dijo Roberto Bonafont en brutal justificación de la violencia sexual, sobre el supuesto absurdo de que todos somos violadores?

Todo terminó en ‘Está Clarito’, de manera triunfal y apoteósica para Salas. Ahí, el inefable padre Agila lo absolvió, lo felicitó, lo puso como ejemplo y se interesó por conocer si los futbolistas están preparados para afrontar estos problemas, si en los equipos se habla de “este tipo de peligros, este tipo de riesgos que corren los jugadores”.  Porque ahora resulta que las peligrosas son las chicas de colegio que piden autógrafos, no los futbolistas que las violan. Por eso, Santiago Naranjo invitó a Salas a aconsejar a todas esas niñas, “esas chicas que muchas veces se perean del colegio y se obnubilan por un montón de cosas. ¿Qué les dirías tú, Franklin, a las guaguas?”.

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¿No es un caso de inversión de valores que raya en lo repugnante? ¿No es un síntoma de corrupción moral que debiera preocuparnos? Para la TV, el Código de la Niñez es menos importante que la Selección de fútbol; y la salud sexual de nuestros adolescentes, menos digna de atención que los intereses de nuestros clubes (o de algunos de ellos).

“Esperamos que esto no llegue a juicio”, había dicho Rodrigo Paz, el martes, con su particular visión del civismo y la transparencia. No sé por qué tengo la incómoda sensación de que, durante toda esta semana, la televisión no hizo sino actuar en consecuencia y mantenerse fiel a esa consigna. Pero no me toman en serio, no es más que un presentimiento, una personal impresión, una versión antojadiza, en fin.
raguilarandrade@yahoo.com