Mercedes Parrales, de 43 años, no pudo ayer cobrar la pensión de jubilación de su padre, José Chancai.

Cuando acudió a la agencia de Servipagos le informaron que el nombre de su progenitor no estaba en el sistema.  José no cumplió con el proceso de supervivencia del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y por ello le suspendieron su pensión desde julio.

Con una carpeta roja bajo el brazo, Mercedes decidió, entonces, ir a la Caja del Seguro para tramitar el censo de su padre. Pero fue imposible. Se encontró con las puertas cerradas. Un caso similar vivió César Yépez.

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Sin embargo, otros afiliados decidieron acudir a las sucursales norte y sur de la institución. En ambos lugares, los usuarios pueden realizar trámites de préstamos quirografarios, pago de aportes, entrega de planillas de recaudaciones. Los fondos de cesantía y jubilación solo se hacen en la matriz.

Un grupo de jubilados cumple hoy once días de haberse tomado la Caja del Seguro de Guayaquil y la situación no ha variado. Los pensionistas no declinan, pues exigen un alza “justa” a sus pensiones y no la del Consejo Directivo del Seguro.

Los primeros piden un aumento sobre la base del salario mínimo unificado que suma 135 dólares. Los segundos, en cambio,  han aprobado  un aumento de máximo 30 dólares en promedio.

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Ayer, en horas del desayuno, el defensor del Pueblo, Claudio Mueckay, visitó a  los afiliados inactivos de Guayaquil. El funcionario manifestó que no ha recibido el pedido del Consejo para que actúe como mediador entre el IESS y los pensionistas. Declaró, además, que han iniciado las investigaciones para conocer el estado financiero del IESS.

En Cuenca, en cambio, alrededor de 150 jubilados llegaron hasta la Gobernación del Azuay para hacer conocer sus demandas y que sean transferidas a las autoridades nacionales. Mientras ingresaban a la Gobernación, uno de los gritos más escuchados fue “abajo Solórzano”. Santiago Espinoza, representante de los jubilados, expresó que quienes resolvieron el aumento de las pensiones solo desean convertirlos en “miserables, carroña y lastre”.