Este invento de Olmedo Icaza se acopla empernándose al aro de las ruedas traseras del tractor y solo entra en contacto con el suelo fangoso cuando lo permite el enterramiento de las cuchillas, logrando mayor tracción y agarre sin provocar compactación del suelo. Mulle el terreno, abate y semientierra  la vegetación herbácea y leñosa menor que haya sobre el campo.  

“Exigir al suelo sin mirar al cielo”, seguramente sería la primera expresión de Olmedo Icaza si viviera para contarnos de su invento más querido e importante, la rueda Y de labranza,  este artificio metálico removible catalogado por él como una inédita combinación de sorprendentes virtualidades, que hace que el precario mecanismo de rodamiento en las piscinas arroceras o fangosos se transforme en una versátil y poderosa herramienta de trabajo.  

Ganándole al sol y no dejándose tentar por la fresca brisa y el murmullo del río Guayas para quedarse en cama, Icaza comandó hasta el último momento con los trabajadores que formó y que permanecen en Sitio Nuevo, extensa hacienda en Taura, a 12 minutos en lancha del sur de Guayaquil, la  agricultura total que puso en práctica al considerar que estamos por tocar fondo con el esquema actual de emplear costosa y pesada maquinaria, utilización de complejas formulaciones químicas, sin que parezca importar mucho el creciente costo de las cosechas  y el hambre en el mundo, y que se agrave el progresivo deterioro del ecosistema.

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Sustentó su técnica de hacer producir la tierra reduciendo costos, evitando prácticas nocivas y actualizando las antiguas como la labranza de conservación, el uso del estiércol e incorporación de residuos de cosechas anteriores, en el empleo de la rueda Y de labranza, porque posibilita efectuar la siembra en su oportunidad al liberar al tractor de su mayor limitación cuando el suelo está húmedo o saturado de agua; esto ocasionaba al agricultor un inútil derroche de tiempo y dinero.

Efectivamente, sostiene en sus memorias Icaza, el inicio anticipado del calendario agrícola con esta labranza mínima requiere menos tiempo que el usual y se aprovecha más el agua de procedencia natural y la retenida por el suelo.

La rigidez  y fortaleza de la rueda de labranza evita que en su interior se  acumule el fango u otro material que entorpezca el accionar de la máquina. El neumático del tractor alojado en su interior actúa como elemento de flotación, tracción y rodamiento de segunda instancia y su peso, al desplazarse, se reparte en una superficie mayor, en forma intermitente y a distintas profundidades.  Así, el terreno es mullido por la sola acción de las cuchillas y al tiempo se semientierra la vegetación existente. El patinaje, normal en las ruedas impulsadoras, coadyuva para la obtención de tal efecto y los resultados serán más evidentes mientras más húmedo esté el terreno. Lo anterior mejora y reconstruye el suelo, tanto en su aspecto granulométrico como en su composición química. 

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La realización de otras labores simultáneamente con el acople de implementos y aperos de roturación y de cultivo, ya sea al tiro o al enganche de tres puntos, es dable por el agarre de las ruedas, aun cuando se trabaje sobre terrenos secos, en cuyo caso podría prescindirse de los neumáticos por el hecho que la rigidez de las cuchillas impediría su contacto con el suelo.

Referencia sobre costos e instrucción de uso se proporciona en el (04) 229-7426 y 09-974-1232.