La poca mecanización aumenta la mano de obra y encarece los costos de producción, lo que impide ser competitivos. No hay inventario ni mayor información. Javier Icaza enfarda la panca del arroz para salir de aprietos en esos meses de sequía o inundación, cuando no hay que dar de comer a sus reses.

La enfardadora que utiliza con mucho éxito, tuvo la suerte de encontrarla por casualidad casi nueva y en buen estado, en una bodega de una hacienda vecina en donde tal vez se presentó uno de los muchos casos en el que la inversión para el aprovechamiento de las tierras y la tecnología de producción agrícola falló  en el anticipo de los beneficios, porque se ignoraron necesidades como maquinaria, herramientas y equipo. Como lo describe la FAO, la selección apropiada, utilización y manejo de estos recursos son un factor crucial en el proceso de la gestión agrícola.

Líneas de crédito otorgadas por el Banco Nacional de Fomento para este rubro, fueron suspendidas hace años para dar prioridad de financiamiento a las siembras de ciclo corto, por  falta de capital fresco.

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Con preocupación este parque automotor y los implementos de labranza mínima no van al paso de las necesidades. La venta promedio de 200 tractores cada año, no alcanza ni para renovar las unidades que tiene décadas trabajando. La mecanización no está al alcance del bolsillo del pequeño y mediano productor.

Para los distribuidores de maquinaria el negocio continúa igual de duro, riesgoso, y esperan hace décadas de un cambio de mentalidad entre el agricultor y gobernantes. La importación de maquinaria usada para abaratar costos, propuesta hace tiempo por la Cámara de Agricultura de la I Zona, no prosperó y la falta de una regulación para importar la nueva es evidente. Nuestro nivel de mecanización agrícola sigue siendo uno de los los más bajos de Latinoamérica.

 

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